domingo, 8 de febrero de 2015

Final - Un puñado de recuerdos

Aun Kevin no había entendido la situación. Su hermana intentaba hablar entre sollozos y lágrimas por el teléfono. Kevin intentó calmarla pero era una tarea casi imposible, por lo que decidió ir a casa de su familia para ver que había ocurrido.
Kevin salió del hotel a toda prisa y cogió un taxi hasta su casa. La preocupación le oprimia el pecho casi ahogandole en su propio miedo.
Tardó cosa de 20 minutos en llegar a su casa. La policía se encontraba allí consolando a su hermana. No veía por ninguna parte ni a su padre ni a su madre. Habló con el policía y cuando Kevin se identificó como el hermano, el policía fue directo: su madre y su padre habían muerto.
La hermana de Kevin había salido a comprar, algo corriente, y en la tardanza del recado, un par de ladrones inexpertos transformaron un pequeño hurto en un doble asesinato. Armados con pistolas de pequeño calibre, entraron para llevarse las joyas que hubiese en la casa. El padre de Kevin, sin saber que iban armados, intentó reducirles y uno de ellos, en un acto desesperado, le disparó en el pulmón derecho, produciendole asfixia. La mujer comenzó a gritar y durante el descontrol del ladrón, recibió el otro disparo en el abdomen. Los ladrones huyeron de la casa, pero un vecino había avisado a la policía, por lo que fueron atrapados, aunque la ambulancia no llegó a tiempo para salvar al matrimonio.
La hermana de Kevin encontró a la policía en la vivienda y se echó a llorar desconsolada al conocer lo sucedido en su breve ausencia. Los ladrones pensaban que aquella mujer era la única que habitaba el hogar junto a su posible marido, el cual pensaron que era Kevin.
La noticia le impactó en exceso. Consiguió calmar a su hermana y ambos volvieron al hotel, donde les llevó la policía. Aun debían tratar en la morgue a los cuerpos de sus padres. Posiblemente al día siguiente fuese el funeral.
Cuando llegaron al hotel, ambos se sentían vacíos. Kevin le indicó a su hermana cual era la habitación y que él tardaría cinco minutos en subir, ya que debía realizar una llamada.
Quedaban 45 minutos para el encuentro de la mujer. Llamó al número que anotó y la hermana de aquella joven anotó el recado de la falta a la cita pendiente y que mañana llamaría para contarle lo ocurrido.
Antes de subir, fue hacia el bar del hotel y pidió una copa. La primera de muchas en todo lo que quedaba de su vida.
Cada trago le hacía recordad a la gente que perdía, a la gente que ya no ganaría.
El futuro se tornaba cada vez más oscuro. Habrá sonrisas que nunca volverá, palabras que no volverá a oir y momentos que nunca más serán revividos. Todo lo que le queda es la botella y un puñado de recuerdos amargos y grisaceos.

Culturiza tu bolsillo

Existen temas que están tan mascados que cuando te los llevas a la boca son insípidos, y te dan ganas de gritar de la sensación de malestar que provocan. Hoy, amigos, voy a tratar uno de esos temas, que es, ni más ni menos, la cultura.
Recientemente fue la gala de los Premios Goya 2015. El cine español nunca ha sido mi fuerte, pero aun así, busqué los resultados de la entrega de premios, y busqué información de las películas ganadoras, las cuales se pueden contar casi con los dedos de una mano.
Pero a pesar de ello, siempre surge alguna producción la cual me llama la atención. Cuando estrenaron cierta película, la cual no nombraré por temas de publicidad y demás, busqué por los cines de Madrid, provincia donde vivo, cuando me encuentro que, en solo algunos cines del centro proyectaban tal película y para colmo, los precios eran desorbitados.
Esto en su momento me molestó, pero vivimos en España, por lo que no le di mucha importancia. Ahora con el tema de los premios, me ha dado por buscar acerca de los impuestos culturales, todos conocemos el famoso 21% de IVA en la cultura, mientras que otros países europeos, casi venden estos productos a precio de ganga, o eso nos parece desde nuestro punto de vista.

Cine a casi 10€ en las salas más baratas, libros a 20€ por no ser tan comerciales, entradas de teatro inhumanas. ¿Todo para que? Para inculturizar. Una población estúpida es una población feliz, es una población que no puede tener problemas porque no sabe pensar en problemas.
Nos tragamos la basura televisiva y que poco a poco conquista internet para ser esclavo de los propios monstruos que creamos. Ni el propio Víctor Frankestein cayó en la dominación de su creación, más bien, intentó destruirla.

La piratería se ve como un problema del primer mundo cuando es un intento de solución, ilegal, pero un intento. Sinceramente, yo también he metido mano en el frasco de la piratería y no me arrepiento, porque me ha ayudado a hacer aquello que nos intentan quitar: consumir cultura solo a cambio de lo que pago de conexión a internet.

Cine internacional no estadounidense, cómics no editados en España; internet es la cuna de la cultura y por ello intentan evitar que sea un portal hacia esta.

Acabaremos como borregos: seremos brutos, tercos y con cuatro palos nos harán hacer lo que los demás quieran.