martes, 16 de diciembre de 2014

Ojo por ojo

"Tú me quitas, yo te quito", "tú me pegas, yo te pego", "tu me insultas, yo te insulto". Nuestro día a día se basa en eso, en dar lo que recibes, pero solo si cuando vayas a dar, hagas daño. El ojo por ojo es una forma de guerra social, que muchas veces en la historia, ha llegado a ser causas de guerras reales y absurdas que le eliminaban toda la razón de existencia del ser humano.
Los que se basan en el ojo por ojo acaban siendo seres mediocres, que no se interesan en encontrar una mejor defensa. La estupidez es el primer plato del día.
Pero todos sabemos sobre eso, es más, de pequeños eramos así, si nos hacían algo, se lo devolvíamos un pelín mas fuerte.
Si la mitad del interés en atacarnos lo tuviésemos en ser un poco más cultos y no aparentar ser cabezas huecas, yo me inclinaría ante la sociedad, pero esto no es así.
No pensar es mucho más sencillo, recurriendo a tus nudillos como mejor argumento.
¿Será la educación sobreprotectora? ¿O solo es el primer paso de la involución social?
Cuida a tu hijo como oro en paño, que el será el que acabe robándote ese oro. Sobreproteger a alguien no hace más que mostrarles que se les dará siempre todo hecho y que no tendrán que mover ni un testículo y que si quieren que le rasquen su apreciado pene, alguien vendrá y lo hará.
¿De quién es la culpa? ¿Padres? ¿Cultura? ¿Amistades? Os dejo pensar y analizar si hemos destruido ya completamente la sociedad y cuanto nos queda para hacer lo mismo con la cultura.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Amor o egoísmo (Fragmento 'Tokio Blues')

-No es tan fácil como creía-reconoció Midori. Reflexionó un momento contemplando el humo-. Quizás sea por haber esperado tanto tiempo, pero ahora busco la perfección. Por eso es tan difícil.
-¿Un amor perfecto?
-¡No, hombre! No pido tanto. Lo que quiero es simple egoísmo. Un egoísmo perfecto. Por ejemplo: te digo que quiero un pastel de fresa, y entonces tú lo dejas todo y vas a comprármelo. Vuelves jadeando y me lo ofreces. “Toma, Midori. Tu pastel de fresa”, me dices. Y te suelto: “¡Ya se me han quitado las ganas de comérmelo!”. Y lo arrojo por la ventana. Eso es lo que yo quiero.
-No creo que eso sea el amor –le dije con semblante atónito.
-Si tiene que ver. Pero tú no lo sabes –replicó Midori-. Para las chicas, a veces eso tiene una gran importancia.
-¿Arrojar pasteles de fresa por la ventana?
-Sí. Y yo quiero que mi novio me diga lo siguiente: “Ha sido culpa mía. Tendría que haber supuesto que se te quitarían las ganas de comer pastel de fresa. Soy un estúpido, un insensible. Iré a comprarte otra cosa para que me perdones. ¿Qué te apetece? ¿Mousse de chocolate? ¿Tarta de queso?”.
-¿Y qué sucedería a continuación?
-Pues que yo a una persona que hiciera esto por mí la querría mucho.
-A mí me parece un desatino.
-Yo creo que el amor es eso. Pero nadie me comprende. –Midori sacudió la cabeza sobre mi hombro-. Para un cierto tipo de personas el amor surge con un pequeño detalle. Y, si no, no surge.
-Eres la primera chica que conozco que piensa así.