miércoles, 30 de abril de 2014
La respuesta no es la televisión
Sé que es un tema muy mascado, pero la opinión de todos es importante y para mi mismo, la mía lo es también, por lo que sabía que necesitaba incluirla en algún momento.
Todos hemos escuchado eso de "No te creas todo lo que ponen en la tele", pero nunca he escuchado "no te creas todo lo que dice la radio".
Los medios de comunicación han sido comprados por empresas, por personas que tienen unas ideas y que pueden o no coincidir con las tuyas. Con esto quiero llegar a que nunca difundirías por un medio de comunicación que te pertenece ideas que son contrarias a lo que realmente piensas, porque buscas tu propio beneficio.
Hasta ahí ya tenemos el "por qué" de la realidad parcial de los medios de comunicación. El problema llega cuando no sabes donde informarte.
No existe la más pura objetividad. Queramos o no, todos damos nuestra opinión al hablar y es imposible evitarlo. Los textos objetivos como fuentes de información no son muy fiables.
Pero no voy a meterme en todos los medios, quiero hablar sobre todo de la televisión y lo que trae consigo.
Si os digo televisión pensareis tanto noticias como series, películas, programas, concursos y mucha publicidad. No quiero nombrar ningún canal, pero todos sabemos a cuales me refiero.
La telebasura está al orden del día. Programas donde ves la vida de una panda de estúpidos viven, o niños problemáticos a los que les dabas una bofetada para calmarles. Concursos que lo último que te piden es ser inteligente o series tan sumamente simples que hasta un bebe las entendería y podría mejorarlas.
Siempre me he preguntado porque la gente ve estas cosas, porque invierte horas y energía en analizar lo que se dice y he hallado la respuesta: mientras menos piense yo, mejor para mí. El concepto "desconectar" lo hemos llevado demasiado lejos, hasta tal punto que ver a una persona que podría tener 80 puntos de cociente intelectual nos parece entretenido. Somos esclavos de la estupidez, porque lo estúpido es simple y gracioso y cuanto más vacío esté nuestro cerebro, más fácil será lavárnoslo.
No hace falta decir que si seguimos con esto y dejamos que programas como esos nos laven en cerebro, la raza humana perderá la poca inteligencia que le queda y acabaremos siendo esclavos de la estupidez.
viernes, 18 de abril de 2014
Una mente perturbada
Está de suerte. Lo va a conocer todo, pero esté tranquilo. Embarcarse en una mente ajena es algo complejo y difícil de tolerar, pero no se preocupe, no es una historia compleja. Acomódese en su asiento, relájese y escuche la historia. Posiblemente sea la única oportunidad de adentrarse en una mente como la mía. La única condición para esto es sencilla: no debe interrumpirme en ningún momento. Sé que llegará un momento en el que tenga la información suficiente, pero aún así, le pido este deseo egoísta de ser escuchado hasta el final de mi relato. Coja papel y boli si desea escribir algo, o que le traigan un café, porque puede que su boca acabe pastosa.
Como se ve a simple vista, soy un tipo bastante sencillo físicamente hablando. No destaco por nada en especial por mi cuerpo. Por otro lado, mi mente ha sido considerada por mucha gente brillante e incluso, espeluznante, ya que no es algo fácil de entender que alguien tan joven hubiese conseguido algunos tipos de proezas, pero ese es otro tema que no busco tratar ahora mismo. Siempre he vivido en un hogar normal: un padre serio pero comprensivo, una madre cariñosa y amable y un hermano agradable, la envidia de cualquier otra familia. No somos adinerados, pero no hemos estado nunca faltos de nada. Vivíamos bien. Podría decir que aun viven bien.
Tuve mucha suerte con el empleo. Cuando terminé mis estudios superiores sobre informática, encontré un puesto de trabajo como asesor técnico en un hospital de la zona. Buen sueldo y compañeros agradables. No era la vida perfecta, pero sí una buena vida.
Nunca he tenido una pareja estable, pero sí, gracias a mi labia, he mantenido muchas relaciones sexuales con mujeres de casi todo tipo, tanto hermosas como no tan agraciadas, todas dentro de un margen de figura, donde no se permitían ni demasiado delgada ni demasiado gruesas. El sexo era una forma de desfogarse, como cuando un músico toca su instrumento o un dibujante culmina su obra.
Creo que mi vida era la envidia de todo hombre medio y a su vez, su mayor desolación. El 90% de las veces que un hombre dice que no quiere pareja estable miente, porque en el fondo esa calma de tener a alguien al despertarse es lo que les alivia. En mi caso no es así. Me gusta la soledad de mi casa y el sexo.
Todos hemos tenido curiosidad por algo creo yo. He probado a mantener relaciones con bastantes mujeres como ya he dicho antes, pero un día encontré a una en especial que estaba un poco chiflada. Es una lástima que se encontrase a alguien peor.
No nos tomamos ni una copa. Llegamos y nos desnudamos. Ella me pidió cosas. No hablo de solamente sexo. Me pidió maltrato. ¡Era una masoquista! Nunca había probado tal cosa. Azotes, golpes, estrangulamiento... Estrangulamiento... No conocéis esa sensación. La sensación de mantener la vida de alguien o eliminarla por siempre. Creo que dejé de escuchar a aquella mujer. Mis manos rodeaban su blanco cuello y mientras aun tenía sexo con ella, yo la estrangulaba. Aquellas manos que abrazaban sus últimos alientos hasta que su cuerpo se quedó inmóvil. Un hombre normal habría comenzado a temblar y un terror le hubiese invadido, pero a mi no. Estaba tranquilo y no tenía ni un solo remordimiento. Mi corazón latía a gran velocidad emocionado. Era una sensación magnífica.
Me deshice del cadáver y conseguí evitaros. No fue complicado. Nadie me podía relacionar con ella. Y así ha sido siempre. Tres asesinatos. No hubo nada más que tres.
El primero ya le conoces. El segundo fue seis meses después del primero. La conocí en un bar. Estaba sola bebiendo como una loca. Su novio le había dejado y necesitaba desfogarse.
Cenamos en su piso y tomamos algunas copas.
Tuvimos sexo en exceso. Casi una hora después aún seguíamos haciéndolo y poco a poco mi mente se iba quedando en blanco. Mis manos subían por su cuerpo desde su cintura hasta sus pechos. Los acariciaba como si fuesen esculturas frágiles y disfrutaba sintiendo su piel. Pero no me di cuenta como iban subiendo mis manos, como apretaban su cuello. Ella entre gemidos y gritos se desvaneció y quedó inmóvil sobre su cama.
Me senté a los pies de aquel colchón de matrimonio y me encendí un cigarro. Cuando me lo terminé, me vestí, guardé todas mis cosas, besé su fría frente y me marché. No tiré el cigarro hasta salir de la casa en la papelera más cercana. Eran las 4 y media de la mañana y las calles estaban totalmente vacías y las ventanas con las luces apagadas. Volví a mi casa dando un paseo mientras encendía entre mis labios otro cigarro. Cuando llegué, dormí como cualquier otro día. Sin remordimientos. Sin nada en la cabeza más que la sensación de haber dado muerte con mis manos de nuevo.
A la mañana siguiente me replanteé todo. No sabía si era la unión del placer sexual con el asesinato lo que me hacía arder. Tras horas de meditación y media botella de ron, me di cuenta que eran placeres distintos. Al ser uno de ellos excesivamente peligroso dejé pasar el tiempo. Estuve meses viviendo mi vida sin rodear mi cuerpo con el aura de La Parca.
Una noche, el bar estaba más lleno de lo habitual. Sería interesante si no fuese que la mayoría eran hombres. Entre tanto pene suelto, encontré a una joven en la barra tomándose algo que sería un gintonic. Por primera vez en mi vida no pensé en ella como objeto sexual, sino como objeto de asesinato. El simple hecho de mutilarla me llegaba a excitar y el sentir su sangre entre mis manos, abrazar su cuello hasta su desvanecimiento. Es una sensación que podría sustituir a cualquier relación sexual que se pueda tener. No me acerqué. Esperé a que se levantase y se marchase.
Soy una persona cuidadosa. La seguí durante días sin que notase mi presencia. Una noche, ella fue a un local de bastante buen ver. Decidí acercarme y comenzar mi aventura. Estaba todo preparado a la perfección y yo sabía perfectamente que sería el último, pero el más perfecto. Conversamos por más de una hora y acabamos dando una vuelta. Ofrecí invitarla a mi casa y ella accedió. Nos tomamos cada uno una copa y comenzó la noche. Sería mi ultima noche, por lo que aprovecharíamos para tener sexo y después dedicarlo a mi placer personal.
Fue una hora intensa. Al finalizar, salí del cuarto y busqué una cuerda. La habitación estaba a oscuras y ella estaba en pie mirando por la ventana. Me acerqué por detrás y amarré su cuello con la cuerda hasta que se desmayó. Sabía cuando parar, por lo que no tenía problema. Tomé su pulso y comprobé que estaba viva, por ahora.
Había acondicionado mi sótano para mis juegos. Mi juego. La até a un tipo de camilla y la amordacé. Con un vaso de agua sobre su frente volvió de su sueño y me miró con pavor. La mayoría lo conocéis. Mutile su cuerpo con cientos de cortes. Le corté los dedos de manos y pies y quemé los extremos para evitar el sangrado. Finalmente, tras ver como todas sus heridas emanaban sangre y ella lloraba, corte su cuello. Un cuello blanco infundido en rojo. Nunca podría olvidar aquella escena.
Se que piensan que estoy loco. Unos dirían que sí. Me habéis juzgado ya en vuestro interior y no me importa. Estoy aquí porque yo ya he vivido todo lo que quería vivir.Ni sí quiera me habéis atrapado. Ni os habéis acercado. Estoy aquí para demostraros que, aunque encontréis a un asesino, en todo el tiempo que habéis perdido, ya han aparecido cientos más, con mentes más perversas y malévolas. No os dais cuenta, pero en este mundo el mal es implacable y la justicia ya ha sido violada y asesinada.