lunes, 17 de febrero de 2014

Vacío mental

Mi nombre es Ritter Metzler. Soy un escritor, o más bien debería decir que lo era. Esté será, posiblemente, el último escrito que publicaré, si es que alguna vez llega a ver la luz. Este relato no va a ser como todos los anteriores que escribí. No va a haber detectives privados, ni sucesos paranormales, ni nada por el estilo. Os voy a contar mi último año de esta vida de escritor; como perdí mi facultad de imaginar cuando mis 'musas' me abandonaron.
Como toda historia, hay una fecha de comienzo. Para esta, es el 17 de Febrero de 1992. Recuerdo el día, porque fue el día que mi hermano falleció. Yo tenía 31 años (Actualmente, 34) y me estaba dedicando, por enésima vez, a escribir una novela. Nunca he conseguido crear una novela que me convenciese del todo. Empecé con esta afición a los 18 años, justo al entrar en la universidad. Empecé la carrera de Antropología. Digo 'empecé' porque no llegué a acabarla. En el segundo año acabe abrumado de estudiar. No me gustaba el grado que estaba estudiando y ninguna otra carrera me llamaba especialmente la atención. A los 20 años había dejado la carrera. Comencé a trabajar en una academia como profesor de apoyo para los cursos de educación obligatoria. El sueldo no era nada del otro mundo. Vivía solo en un pequeño piso de alquiler con derecho a compra.Era un apartamento simple, sin nada en especial. Lo más moderno que había en él era un ordenador que me había podido permitir para poder escribir mis relatos. Me gustaba la escritura a mano, pero la comodidad de una computadora no se comparaba ni lo más mínimo.
Le dedicaba casi todo mi tiempo a la escritura o a mi trabajo. De vez en cuando ponía alguno de mis vinilos en el tocadiscos y dejaba las horas pasar mientras sonaba "Stairway to Heaven" de Led Zeppelin o "Child in Time" de Deep Purple. Ambas canciones hacían que mi mente se quedase en blanco y viajase a otro mundo, como cuando lees una novela.
En un mes llegaba a escribir uno o dos relatos, de unos 4 folios cada uno. Lo debía compaginar con mi trabajo y con las tardes con mis amigos, que tampoco eran muchas. Con el tiempo lo asumí fácilmente. Dos años después de esto, después de todos los relatos que había escrito, me decidí por una novela por primera vez. Quería comenzar con algo sencillo, pero nunca es fácil escribir una novela. Trataba sobre un misterio que le encomendaban resolver a un detective. Este misterio giraba alrededor de una desaparición que finalmente tendría que ver con una serie de sectas de origen francés. La idea no cuajo y no acabé la novela. Volví a mis relatos. Me despidieron del trabajo, pero tarde poco en encontrar un nuevo empleo. Esta vez era de dependiente en una librería, cosa que no me era molesta para nada. Me gustaba convivir entre tanto libro e iba con más ganas a trabajar. En mis ratos libres buscaba novelas para comprar y todas las semanas acababa llevándome una o dos. Recuerdo que la primera que compré fue Casa desolada de Charles Dickens.
Ese trabajo revivió mi interés por la escritura de novelas de nuevo. Comencé una novela de nuevo y está si la conseguí acabar. Trataba sobre un hombre que un día despertaba en la calle y no recordaba nada. Solo poseía la ropa que tenía y una chapa militar con dos letras: M.L. La historia se desarrolla en Nueva York en el año 1960. Al final, el extraño hombre resultaba no ser nadie. No existía, pero el hecho de no recordar y conocer a la gente, le hacen crear su propia vida. Era una novela muy corta. Creo recordar que me ocupó unos 70 folios a máquina. La novela se publicó en una pequeña editorial con una tirada de 2000 ejemplares. Las ventas no fueron muy buenas, por lo que no la reeditaron. Aunque mis ánimos habían subido, no imaginé nunca que me iba a ser tan duro afrontar las pocas ventas de mi novela.
Después deje de escribir por un tiempo tanto novela como relatos. Le dediqué más tiempo a mi vida fuera de ese pasatiempo y comencé a salir con algunas chicas. Todas eran relaciones pasajeras: una charla corta, unas copas y una noche de sexo. No buscaba ataduras ni las busco ahora; mi vida de solitario es bastante completa.
Años después escribí la que sería mi última novela completa. Se titulaba La noche en el camino. La historia era sencilla, directa y atractiva. Una joven de 24 años pierde su rumbo de ser. Se da cuenta de que todo lo que hay a su alrededor no la satisface por completo. Hasta hacía unos días, ella era feliz. Tenía pareja estable, un puesto de trabajo de enfermera en un hospital, una casa a medio pagar. Todo eran ventajas. Pero un día encuentra un libro bastante antiguo, que rezaba en su portada La noche en el camino. Este libro era distinto a todos los demás, ya que en él describía lo que tu querías que describiese. La joven, por el contenido del libro, se dio cuenta de ese vacío que había dentro de ella. Un día, de buenas a primeras, se marcha de viaje hacia los montes de China. Allí conoce un par de aventureros que buscaban escalar una montaña. La joven, aunque inexperta, decide probar suerte. Era una escalada sencilla por lo que no hubo inconvenientes. En la cima, los tres jóvenes, se encuentran un pequeño santuario budista. La mujer se queda asombrada. Aprende su modo de filosofía de vida, sus costumbres y en el último momento de su estancia allí, decide quedarse. Finalmente, descubrimos que ese santuario no es más ni menos que Shangri-La, el paraíso utópico creado por Hilton James en Horizontes perdidos.
La novela tuvo muy buena acogida. Se realizaron tres ediciones de grandes tiradas cada una. No puedo decir que estuviese triste. Estaba viendo cumplir mi sueño. El día que envié la novela era el 12 de Febrero de 1992, cinco días antes de aquel suceso.
Esos días los pasé lejos del mundo de la literatura. Pedí una semana libre en mi empleo, que no dudaron en dármela. Visité a mis padres, tomé unas copas con mis amigos y tuve sexo con más de una desconocida. Mi vida era perfecta.
La mañana del 17 de febrero tuve una idea para un relato, pero cuando me puse frente a la pantalla del ordenador con los dedos sobre las frías teclas, estos no se movían. Parecía que los nervios de mis manos habían sido eliminados. No respondían a mis pensamientos. Era como si alguien hubiese borrado las palabras de mi mente para escribir.
Me pasé el día en el bar tomando whisky. Odio el whisky, y más si es alemán, pero necesitaba algo para obviar lo que había sucedido hoy. A la mañana siguiente lo intenté de nuevo y no pude. Mis manos estaban paralizadas. Probé a escribir otro tipo de cosas: lista de la compra, días de cumpleaños, cartas personales... Y lo más curioso es que sí podía hacer eso. Pero cuando intentaba relatar algún suceso imaginario, mis manos se quedaban en rigor mortis y tenía que dejar de escribir.
Hasta el día de hoy no se ha solucionado el problema. Puedo reescribir mis propias obras o las de otra persona siempre y cuando no cambie nada. Puedo relatar mi vida, como estoy haciendo ahora, pero cada vez que intento escribir un nuevo relato, mis manos mueren. Fui a médicos especialistas, a psicólogos y nadie ha podido resolverme este problema.
Mis musas han muerto y con ellas, mis manos dejaron de ser escritoras.

jueves, 13 de febrero de 2014

¿Tienes sueño?

Hoy os vengo a contar la historia de un amigo de la facultad. No me gusta contar historias ajenas, siempre prefiero que el protagonista cuente sus propias vivencias, pero esta me sorprendió tanto, que necesito poder contarla.
Como ya sabéis, estudié en una escuela de Madrid la licenciatura de "Traducción e interpretación", pero antes de ello estaba en "Filología inglesa", la cuál me pareció algo repetitiva el primer año, por lo que decidí cortar por lo sano y cambiar de estudios. En "Traducción" conocí a Felipe, un tipo interesante. Estudiaba poco, pero lo suficiente para sacar todas las asignaturas con notables. Escuchaba rock, entre los cuales había grupos como Led Zeppelin, ACDC, Black Sabbath, Survivor, Boston y un largo etcétera. Su chaqueta vaquera no solía faltar nunca, pero, a parte de esa prenda, su vestimenta no llamaba la atención.
No empecé a hablar con el por la música, ya que no soy amante del rock, sino prefiero el blues, que, aunque se asemejen, no son lo mismo ni de lejos. El único músico en el que coincidíamos era Eric Clapton.
Como llegué a hablar con él es una historia que, realmente, ahora no pinta mucho y la cuál ya contaré en otro momento. Los cuatro años de carrera los pasamos juntos entre mujeres. Salíamos de fiesta los fines de semana y cuando uno no conseguía encontrar compañía, la encontraba el otro. En pocas ocasiones los dos triunfamos en la misma noche. A las 3 de la mañana uno se retiraba a su casa acompañado de varias copas y el otro acompañaba a una señorita que buscaba lo mismo que él: una noche de desvarío y puro placer carnal.
Los cuatro años de carrera pasaron más bien rápidos y nos despedimos ambos. El se volvía a casa de sus padres hasta encontrar algún trabajo con el que pueda empezar a vivir de manera independiente.
Durante más de diez años no supe nada de él. Comencé a trabajar en una empresa internacional, pero ya me conocéis, mi vida no es un secreto para vosotros. En una reunión de graduados, le encontré de nuevo. Me dijo que se sacó las oposiciones de profesor y estaba trabajando como educador en un instituto de Madrid. Me sorprendió bastante. Nunca le había oído decir que le gustase trabajar de aquello. Intercambiamos números de teléfono aquella noche para quedar otro día y recordar viejos tiempos.
Dos semanas después, a principios de julio, recibí una llamada suya. El estaba de vacaciones y yo tenía una semana libre, por lo que acordamos una hora el viernes y nos despedimos. 
Cuando llegó el día, llegó puntual, manía qué él antes no tenía. Le dije que había cerca una cafetería bastante asequible para ser de la capital. Accedió sin reparo y nos sentamos en la terraza. No habían pasado ni 20 segundos cuando una camarera que tenía un busto agradable a la vista, nos tomó nota. Ambos pedimos una jarra de cerveza. 
Comenzamos hablando de nuestras vidas: él estaba prometido, era profesor de inglés y estaba en busca de una niña con su novia. Me contó que a los dos años de graduarse, aprobó las oposiciones de profesor y tardó poco en irse a Madrid otra vez.  También me dijo que conocía a su pareja de hace casi 5 años y ya vivían juntos desde hace dos. Él es un año menor que yo a sus 32 años. 
Después de más de media hora hablando de nuestras vidas, me dijo que había algo que nunca le había contado a nadie. Era un hecho tan perturbante para él que nunca tuvo el valor de contárselo a nadie. Me dijo que prefería decírmelo a mí ya que fuimos amigos durante cuatro años.
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La historia se ambienta dos años después de que él comenzase su carrera laboral como profesor. En su trabajo era un profesional. No mezclaba lo profesional con lo personal y trabajaba con bastante esmero para ser un funcionario español. Se portaba de una forma totalmente distinta a como era en la facultad, como si los dos años de preparación de las oposiciones le hubiesen cambiado. Vivía en un apartamento de alquiler solo. Una habitación, un salón-cocina y un baño diminuto, lo suficiente para un soltero. Ya no vivía como un picaflor; era una persona adulta.
Las vacaciones de verano de ese año habían empezado. Todo seguía siendo lo mismo de siempre hasta que pocos días después de comenzar su descanso de tres meses, unos vecinos nuevos se mudaron al piso de al lado. Realmente no era nada raro. Los nuevos vecinos era una pareja madura de unos 35 años, o al menos eso imaginaba él, ya que nunca les llegó a vez y solo podía obtener datos de sus voces, o más bien de sus gritos. Los dos primeros días se los pasaron discutiendo a viva voz. Era un no parar. Mi amigo no les prestaba atención a la situación. Durante las horas que él estaba despierto, solo se gritaban. Lo que era sorprendente es que cuando se dormía, no oía ni una voz pero era despertarse de manera natural y que comenzasen los gritos.
"Me extrañaba bastante que no llamase nadie a la policía." me decía mientras bebía de su jarra. Los primeros días solo era una pareja muy gritona, pero pasada una semana empezaron las cosas raras. "No dejaba de dormir". Cuando me dijo eso, me quedé un tanto extrañado. Le pregunté que si no quería decir que 'No me dejaban dormir'. Él negó con la cabeza. "No, no. No podía parar de dormir. Cuando no díscutían, yo acababa duermiéndome a los pocos segundos, como acto reflejo. Si callaban, me dormía, si discutían, estaba despierto. Era bastante extraño."
Un silencio acogió nuestra mesa mientras el ruido de las calles de Madrid nos abrumaba un poco, pero la historia era bastante impresionante. Pocos segundos después prosiguió.
Al principio, los vecinos de mi amigo solo discutían de día, por lo que el sueño inducido por su silencio no le preocupaba. Pero las paradas de una hora durante el día cada vez eran mayores. Estaba frente a la televisión y se dormía momentáneamente. Estaba haciendo la colada y se dormía de pie. Tardó poco en ir al médico y pedir opinión, ya que tenía miedo de padecer narcolepsia. Le dijeron que en todo caso sería un principio de somnolencia, pero que no le preocupase, que podría ser estrés (Típica respuesta de médico). Mi amigo volvió a su casa y estaban discutiendo. En cuanto se sentó en el sofá dejaron de discutir y cayó en un profundo sueño. No recordaba haber soñado nada. Cuando despertó miró la hora. ¡Habían pasado 10 horas! Y se había despertado con muchas ganas de comer. Como que se había saltado la comida y la cena. Abrió la nevera y arrampló con casi todo el fiambre. Cuando terminó, se sentó en la cama y otra vez dejaron de discutir.
"13 horas de sueño. ¡Era demasiado increíble y preocupante!." Me contaba con efusividad. Comenzó a hacer únicamente dos cosas: dormir y comer. Hasta llegó a ser sonámbulo, durmiéndose en la cama y despertando en el supermercado con la cesta de la compra llena de comida como fiambre o conservas. Acababa pagando todo y volviendo a casa. Comer y dormir. Un día llegó hasta a dormir 22 horas.
No le causaba mucho agrado. Estaba ganando peso y su verano no estaba siendo placentero. Esto duró un mes y medio. Engordó 15 kg y tenía miedo de levantarse de su sofá.
Pasado ese mes y medio, sus inquietantes vecinos se marcharon. O eso pensaba él, ya que no les escuchó discutir de nuevo y empezó a dormir de forma normal y humana. Nunca le preguntó a sus otros vecinos sobre aquellos inquilinos. A lo mejor fue cosas de su mente. Nunca lo sabría.
Hizo dieta y ejercicio y a los 3 meses volvió a estar en forma. Tiempo después encontró a Sonia, su pareja, pero no le contó tal suceso, por si acaso pensaba que estaba loco.
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A día de hoy no he vuelto ha hablar con él. Digo yo que tendrá ya un hijo o una hija y vivirá feliz con su suelo de profesor. Se que su historia no es algo muy sorprendente, pero me parecía curiosa de contar. Lo único que quiero es no tener nunca unos vecinos así.

Voz // I think I can fly

"No temo a nada. Miento. Si temo a algo.
Todo da vueltas y mi cabeza no comprende lo que sucede.
Terror.
No puedo verte. No puedo sentirte.
¿Por qué?
A veces pienso que mi alma puede volar.
Todo lo que quiero es oír tu voz"

martes, 11 de febrero de 2014

Gris y denso.

Despierto de mi letargo. Como llevaba pasando un mes, no recuerdo soñar nada. Me levanto y me ducho. El agua cae sobre mí como si una nube se empeñase en hacer que lloviese sobre mi cabeza.
Me preparo un café y enciendo la televisión. Las noticias anuncian lo de siempre; todo se repite cada día. Parece distinto pero no lo es. Apago la televisión. Se produce un silencio sepulcral. Si me concentro alcanzo a oír las gotas del grifo caer.
Salgo de casa. El día es de un gris denso. La niebla cubre las calles y no se distinguía nada a más de 3 metros.
Hago lo mismo de siempre: trabajo de oficina, cocinar, limpiar... Lo mismo siempre.
Limpio la casa por la tarde y ceno pronto. Una comida frugal y simple, pero suficiente para mí. Tras todo ello, abro la misma botella de whisky. Misma botella, mismos pensamientos.
No aguanto más. Mañana será lo mismo. Mañana será igual de gris. Vivo en esa profunda espiral; todo es igual.

Filósofos de pacotilla

(¡Atención! El siguiente escrito está hecho para faltar criticar y atacar a un grupo de personas que habitan las redes sociales con objetivo de buscar fama. Avisados estáis de ello. Si lo leéis, no me hago responsable de la sensación que os pueda crear. Dicho esto, comienzo.)
Twitter. ¿A qué os acaban de venir a la cabeza los "famosetes" estos de esta red social que dicen cualquier cosa y todo el mundo les sigue como borreguillos? Seguro que sí.
Ese no es más que un ejemplo, solo para introduciros en situación.
Estas gentes, que en ciertos momentos pienso que son incapaces de pensar, me causan una sensación de malestar general que ni una gripe.
¿A qué me refiero exactamente? Es muy sencillo, gente que viene como poetas, contando lo que las "niñas" quieren leer, aparentando una dulzura fingida que realmente no se la creería ni aunque fuesen políticos (ya que estos últimos son los únicos que se creen sus mentiras).
Es fácil adivinar por qué me siento así con estas personas. Pensáis que vuestra fama os va a convertir en mejor personas, que os va a hacer ser seres dignos de ser envidiados, pero eso nada más acrecentará vuestro falso ego.
Esto deriva en algo muy sencillo: la falta de pensamiento. Cada mañana, cuando me levanto y leo algunas "joyas" de estas gentes, pienso <<Enhorabuena, acabas de involucionar a un nivel inferior>>.
Son falsos pensadores, falsos filósofos. La filosofía está muriendo. Si muere, el hombre caerá doblegado ante su falta de pensamiento, lo que nos llevará a la más profunda de la ruina.
Dejad de pensar en vuestra putrefacta fama, no os proporciona ningún bien, sólo os proporcionará un aumento de estupidez en vuestro diminuto e inexperto cerebro.


sábado, 8 de febrero de 2014

Óxido de mente.

No soy alguien muy conforme con el ser humano en general a excepción de ciertos aspectos que se me antojan curiosos e interesantes.
Uno de ellos es la imaginación. ¡Cuan poderosa puede ser! ¿Os imagináis no poder imaginar? Sí, es una contradicción en todos los sentidos, pero es interesante de analizar.
La imaginación es el arma más poderosa del hombre. Es más, posiblemente sea el aspecto más importante del ser humano. Ella es objeto utilizable de todos y cada uno de los homo sapiens que existen; desde el más ignorante al humano más inteligente, la imaginación les posee.
Veamos todo esto con ejemplos, que es lo más visual. A un hombre de cualidades mentales notoriamente limitadas le hacemos la pregunta "¿Qué deseas?". Ello le producirá un estado de abstracción no demasiado complejo que le llevará a la respuesta. En el 80% será "ser rico". Hasta ahí ha usado su imaginación. Si indagamos más, veremos que llega a pensar en "¿Qué haría con ese dinero?".
Como se puede ver, todos pueden pensar. El listo, el tonto, el ignorante, el feo... Nadie está falto de ello. Ahora sí. Existe un grave problema y es que no nos dejan entrenar nuestra imaginación. Estamos bajo un mandato estereotipado que intenta que deseemos todos lo mismo.
La imaginación y el pensamiento son nuestras armas más poderosas y nosotros mismos estamos dejando que se oxiden.

martes, 4 de febrero de 2014

Enfermo // -Saku-

"Las mañanas las paso en mi absurda podredumbre. Putrefacto y sucio. Falta ese orden lógico en mi hogar.
¡Enfermo me llaman! ¡Río ante sus palabras! También sufro, pero no importa.
Las cucarachas recorren los suelos de mi habitación podrida.
Ella está sentada y sus vacíos ojos me observan.
Ella me produce amor. Más allá de lo terrenal. Más allá de mi absurda enfermedad. Más allá de su muerte.
Pálida, podrida y muerta."

Miedo

Hiperventilo. Mis manos tiemblan. Estoy sofocado y caen lágrimas desde la frontera de mis enrojecidos ojos. Estoy en una habitación mal iluminada por la luna. Mis ojos no consiguen adaptarse totalmente a la intensa penumbra.
Tres horas antes estaba en la estación de trenes. Había quedado con unos compañeros del trabajo para cenar. Odiaba las cenas de empresa y más aún aguantar a mis compañeros mientras hablaban de fútbol.
Saqué un cigarro y lo encendí tras ponerlo entre mis labios. El tabaco sabía mucho más amargo que de costumbre, pero tranquilizaba mi ansia interna de nicotina. A la mitad del cigarrillo, el tren llegó. Lo tiré y subí en él. Solo eran dos paradas. Miré mi móvil. Había quedado en quince minutos. "Suficiente tiempo" pensé. En siete minutos llegué a mi parada y ahí estaba Carla. Ella era una compañera de trabajo mas joven que yo. Ella tenía 27 años mientras que yo 32. Nos saludamos con dos besos fuimos al restaurante juntos. Allí encontramos a los otros siete: Jorge, Hugo, Lucía, Nestro, Carlos, Clemen y Phill.
Era un restaurante de calidad al que fuimos: comida sabrosa y abundante, buen vino y fantásticas camareras. Yo estoy divorciado, por lo que si miro a demás mujeres no tengo por qué rendirle cuentas a nadie.
Todos bebimos mucho. Nadie tenía que conducir. Había pasado una hora y yo había estado flirteando con Carla. Su cuerpo no era nada del otro mundo, pero los dos nos sentíamos atraídos sexualmente y no iba a desaprovechar la oportunidad de disfrutar una buena noche.
Tras la cena nos despedimos todos y Carla y yo nos dirigimos a so casa a tomar la última copa, también llamado "preludio al sexo".
Cuando llegamos, saco dos vaso y una botella de whisky barato. A partir de ese momento no recuerdo mucho más. Recuerdo que tuvimos sexo, que me hizo cosas que superaban a cualquier otra mujer con la que he estado. Después todo fue confuso.
Ahora la veo en el suelo levemente. Mis manos están pringosas y el aire huele a cobre. No puedo más. No entiendo nada más. No quería que ocurriese de nuevo. Siempre es lo mismo.
Entonces despierto. Veo la hora: 12:25 de la mañana. 27 de noviembre. Día de la cena de empresa. Quedaré con Carla. Y morirá. Otra vez. La historia se repite. Estoy condenado a vivir su muerte una y otra vez y eso me destrozará. Nunca más.

lunes, 3 de febrero de 2014

Otros tiempos.

Si tuviese que decir la edad que más he disfrutado, seguramente el número oscilaría entre los trece y los quince años.
Recuerdo vagamente todos los sucesos de esa época, pero hay una serie de acontecimientos que en la vida podría olvidar.
Entre esas edades yo comencé a ver anime, leer mangas y demás frikadas como los foros o ver vídeos en YouTube.
A la hora de ver anime era muy gracioso. Recuerdo bajar un capítulo, y en cuanto estaba, ponerme a verlo para descargar el siguiente. Tardaba más o menos lo mismo y era bastante entretenido. ¡Y no veas lo que sufríamos cuando se nos iba la conexión!
Los vídeos de YT eran mucho mejores. Buscabas uno, lo ponías y lo dejabas cargando y seguías a tus cosas, como hablar con gente o simplemente mirar la barra de carga. ¡Y se catalogaba con estrellas!
Lo mejor era ver anime online. Abrías un capítulo y el siguiente. Y mientras veías uno, cargaba el próximo. Y todo esto robando wifi, claro está.
Ya no hablemos de descargar una discografía. ¡Noches he pasado bajando cuatro discos! Perder la conexión al 99% de la descarga era un sufrimiento.
YT era el lugar por excelencia para ver anime y leer manga. Si amigos, leer manga. Os sonará gracioso, pero era así.
Los DVD's de anime, la revista Minami, de la que conservo decenas de números. Las redes sociales no existían: MESSENGER ERA LA CLAVE. Y junto a él, los foros.
Sí, amigos míos, esa era mi juventud. Una juventud que no cambiaría por nada en el mundo. He sido feliz con ella. Me dejaré cientos o miles de cosas en el tintero, pero creo que ya os he abierto esa llave que va a hacer fluir toda esa nostalgia de juventud de mi época.

domingo, 2 de febrero de 2014

¿En qué crees?

No lo entiendo. En serio, no puedo entenderlo. ¿Quién en su sano juicio dijo que somos seres racionales? ¿Quién nos nombró homo sapiens sapiens? ¿"Doble pensador"? Dejadme emitir una sonora carcajada de incredulidad.
Tolerancia es una palabra muy bonita de escribir y de usar a la ligera. En todos los medios de comunicación la podemos ver como muestra de progresismo cultural y mental, pero no es mas que una máscara que oculta tras de sí una personalidad putrefacta y ridícula.
No sé como abordar el tema sin parecer brusco, sin insultar, sin faltar a nadie. De veras, no lo sé. ¿Lo diferente creéis que es malo? Porque parece que sí.
Amigos míos, por si no lo sabéis, hablo de un problema típico en el mundo entero que son las fobias culturales como pueden ser la xenofobia o la homofobia.
A pesar de los tiempos que corren, aun existe gente que no puede tolerar a los homosexuales. Ven a esas personas como seres del infierno, de forma tanto metafórica como literal, y que creen que son una lacra que ha de exterminarse como cucarachas.
No necesito muchas palabras para hablar de esto. Solo la propia palabra "homofobia" rezuma estupidez humana. Aprended a ser seres racionales, ya que estáis continuamente alardeando de ello. Aprended a pensar y empezad a ser humanos. Dejad la tan maldecida discriminación. Nuestra supuesta "racionalidad" nos ha convertido en los seres más repugnantes que pueden existir.
No a las fobias sociales; todos deberíamos ser tratados de iguales.
¿En que crees?

Somos

Apaga la luz. Cierra los ojos. Deja de pensar. Pon tu mente en blanco. Tu vida ahora es pura imaginación. Nada es lo que parece y todo es distinto a lo que siempre creías. Tu cabeza ha dibujado tu mundo. Ese mundo que ansías. Ese eres tú. Tu eres el dueño de tu vida. Tú eres el dueño de esta generación. Somos atemporales. Nosotros levantaremos el mundo. Cambiaremos el arte, la vida de todos y la pragmática mundial. Somos los próximos reyes. Somos nuestros dioses.