Hiperventilo. Mis manos tiemblan. Estoy sofocado y caen lágrimas desde la frontera de mis enrojecidos ojos. Estoy en una habitación mal iluminada por la luna. Mis ojos no consiguen adaptarse totalmente a la intensa penumbra.
Tres horas antes estaba en la estación de trenes. Había quedado con unos compañeros del trabajo para cenar. Odiaba las cenas de empresa y más aún aguantar a mis compañeros mientras hablaban de fútbol.
Saqué un cigarro y lo encendí tras ponerlo entre mis labios. El tabaco sabía mucho más amargo que de costumbre, pero tranquilizaba mi ansia interna de nicotina. A la mitad del cigarrillo, el tren llegó. Lo tiré y subí en él. Solo eran dos paradas. Miré mi móvil. Había quedado en quince minutos. "Suficiente tiempo" pensé. En siete minutos llegué a mi parada y ahí estaba Carla. Ella era una compañera de trabajo mas joven que yo. Ella tenía 27 años mientras que yo 32. Nos saludamos con dos besos fuimos al restaurante juntos. Allí encontramos a los otros siete: Jorge, Hugo, Lucía, Nestro, Carlos, Clemen y Phill.
Era un restaurante de calidad al que fuimos: comida sabrosa y abundante, buen vino y fantásticas camareras. Yo estoy divorciado, por lo que si miro a demás mujeres no tengo por qué rendirle cuentas a nadie.
Todos bebimos mucho. Nadie tenía que conducir. Había pasado una hora y yo había estado flirteando con Carla. Su cuerpo no era nada del otro mundo, pero los dos nos sentíamos atraídos sexualmente y no iba a desaprovechar la oportunidad de disfrutar una buena noche.
Tras la cena nos despedimos todos y Carla y yo nos dirigimos a so casa a tomar la última copa, también llamado "preludio al sexo".
Cuando llegamos, saco dos vaso y una botella de whisky barato. A partir de ese momento no recuerdo mucho más. Recuerdo que tuvimos sexo, que me hizo cosas que superaban a cualquier otra mujer con la que he estado. Después todo fue confuso.
Ahora la veo en el suelo levemente. Mis manos están pringosas y el aire huele a cobre. No puedo más. No entiendo nada más. No quería que ocurriese de nuevo. Siempre es lo mismo.
Entonces despierto. Veo la hora: 12:25 de la mañana. 27 de noviembre. Día de la cena de empresa. Quedaré con Carla. Y morirá. Otra vez. La historia se repite. Estoy condenado a vivir su muerte una y otra vez y eso me destrozará. Nunca más.
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