viernes, 31 de enero de 2014

Es humano

Soy un loco; un pobre loco indefenso de si mismo. Todos los días vemos a un enemigo, alguien que nos desea el mayor de los males y que nos odia, seamos o no conscientes de ello.
Vivimos bajo el miedo a que nos odien, a que nos rechacen y a acabar solos. Y es lógico. Somos humanos y hemos desarrollado una defensa ante esto llamada "relaciones sociales".
¿Podemos vivir sin ellas? Si y no. El ser humano, para poder forjarse, necesita relacionarse con sus allegados de alguna forma; necesita aprender y comprender y eso solo se consigue conociendo a gente. Por otra parte, podemos vivir alejados de esta sociedad con tranquilidad.
La mayoría hemos decidido aceptar estas relaciones, lo que ha causado dos grandes problemas: egocentrismo y altruismo.
Si, amigos míos, si. Esos dos son problemas. Seres que creen que son "perfectos", que poseen conocimiento Divino y que su opinión está por encima de la de los demás. Ellos son los egocéntricos y el 99% de la población lo es y todo aquel que intente desmentirlo nada más que nos da razones para que creamos que quiere ser único. Egocentrismo de nuevo.
Os preguntareis "¿Por que el altruismo es un problema?". La gente vive para si misma y hacemos todo para sentirnos bien. La gente que da todo por los que le rodean alimentan el ego de estos primeros: Son esclavos voluntarios que se han rendido ante el mundo creado por el ego.
Por esto viene lo del principio. Soy mi propio enemigo. Yo me condiciono, yo me obligo a mi mismo a ser de una manera. Vivimos bajo miedo de pensar por nuestra cuenta. Somos nuestro mejor enemigo y eso, amigos míos, es humano.

jueves, 30 de enero de 2014

5 - Libros con historia

Se despertó sin necesidad de despertador de aquel reparador sueño. Miró el reloj de la pared y vio que eran ya las siete de la tarde. No tenía casi nada que hacer, por lo que Kevin decidió ir a la librería frente al hotel.
Se vistió y cogió su cartera y chaqueta. Recordaba cuando de pequeño iba a la librería del señor Himura. Genji Himura era un inmigrante japonés que llevaba en aquella ciudad casi toda la vida. Nunca visitó Japón, ya que su familia, a excepción de sus padres, había muerto. Vino a este país con sus padres: Un profesor de literatura inglesa y una traductora de varios idiomas (inglés, japones, español, francés...). Cuando llegaron, la madre abrió la librería y la nombró con el apellido de su esposo, Himura. La librería al principio no era muy famosa en la ciudad, pero poco a poco, la buena actitud de los propietarios lanzó el negocio hacia un buen lugar.
Kevin recordaba ir de pequeño a ojear y comprar algún libro. La madre de Genji, Izumi, era una mujer amable y respetuosa. Se portaba con Kevin como si este fuese su propio hijo. De pequeño no solía ver mucho a Genji, ya que estaba en la época de preparatoria universitaria. Genji es veinte años mayor que Kevin, pero eso no le impedía tratarle como a un hermano defendiéndole cuando lo necesitase. Cuando la madre murió, hace once años, el joven Himura tomó las riendas de la librería. A causa de los viajes de su padre, solo él podía llevar el negocio. Cada vez que el padre volvía, traía algún libro raro para Genji.
Genji se hizo con el nombre de "el señor Himura" por toda la ciudad y todo el mundo le llamaba así. A pesar de tener solo 45 años, Genji tenía un aire envejecido a causa de sus canas. Su barba también canosa, le ocupaba casi toda la cara por debajo de la nariz. Sus ojos reflejaban una serenidad propia de un pensador asiático. Cuando Kevin entró por la puerta, Genji esbozó una sonrisa bajo su barba y se acercó a abrazar a su amigo.
- ¡Hacia tiempo que no te veía, Kevin! Pensaba que te habías ido del país -. Dijo Genji con tono gentil.
- Poco me ha faltado, amigo mio, pero este lugar tiene algo que no me dejará nunca salir. - Ambos rieron y continuaron con su charla -. ¿Como va el negocio?
- Fatal. La gente ya no lee. Todos prefieren esperar a la película, y si no la sacan, piensan que no merece la pena la novela.
- Pues hoy vengo a darte una alegría. Vengo a por unos libros, que mi biblioteca se está quedando obsoleta.
- Sirvete. Ya sabes donde están las estanterías.
Subiendo las escaleras se encontraban las estanterías, todas bien ordenadas por géneros literarios: ficción, novela negra, novela cotidiana, biografías... Todas perfectamente ordenadas. Realmente Kevin no buscaba nada en especial, solo que ya había leído casi todas las novelas que tenía en casa. Uno de sus géneros favoritos era la novela negra.
Kevin disfrutaba buscando libros. Llegó a la sección de novela negra. El pasillo estaba vació y ola a papel nuevo. Sus dedos viajaban por el lomo de los libros a medida que leía los títulos. Sacó varios que le llamaron la atención, aunque no tardaron en volver a su sitio original. Tras diez minutos mirando, encontró un par de novelas interesantes sobre detectives.
Como le sabía a poco solo llevarse esos dos libros, pensó en llevarse alguna novela cotidiana, del estilo de El gran Gatsby. Se dirigió al pasillo de la novela cotidiana y se encontró a una chica mirando libros. Su pelo era castaño, su pecho amplio y poseía una semidelgadez digna de una diosa de la belleza. Vestía una blusa y nos vaqueros azules. "Es la chica del bar" pensó Kevin. Podría reconocerla a kilómetros. Cuando ella se giró, Kevin pudo fingir a tiempo que no la estaba mirando. Ambos ojeaban libros en silencio, hasta que aquella mujer lo rompió:
- ¿Tú no eres aquel chico del bar de esta mañana? - Preguntó ella con curiosidad. Kevin se fijó que ella había dejado de buscar libros y estaba mirándole fijamente.
- Si, creo que soy yo. Nunca te había visto en la librería ¿Vives aquí?
- No, estoy de visita en casa de mi hermana, que acaba de tener un niño
- Enhorabuena - Añadió Kevin amablemente
- Dáselas a ella. Soy soy muy de niños. ¿Tú vives aquí?
- No, vivo en el centro. Estoy en el hotel de enfrente alojado.
Ambos volvieron a sus libros y dejaron de hablar. Entonces el silenció se rompió de nuevo.
- Soy Mary. ¿Cual es tu nombre?
- Kevin
- Kevin... ¿Tienes algo que hacer esta noche? Mi hermana cocina fatal y estaba pensando en cenar fuera de casa. Cenar sola es un poco triste e imagino que hacerlo en el hotel será lo mismo. ¿Quieres cenar esta noche?
- No tengo nada mejor que hacer.
- Estupendo. Quedamos en dos horas en la puerta del hotel. Pásalo bien con tus libros.
Mary escribió el número de teléfono de su hermana en una servilleta y se la tendió a Kevin, por si tenía que llamarla. Tras eso, ella le besó la mejilla y se marcho con una sonrisa. Kevin no entendía lo que había sucedido. Pagó los libros y se marchó de la librería despidiendo a Genji con un abrazo.
El joven no sabía que había pasado. Su mejilla ardía pero sin ser molesta. Cuando salió, la calle estaba oscura, iluminada únicamente por dispersas farolas que imitaban a las estrellas en la fría tarde.

sábado, 18 de enero de 2014

4 - Nunca cambia nada.

Apuró su Phillip Morris y encendió otro cigarrillo. Dentro de su cabeza solo existía un sentimiento de enfado superior a cualquiera anterior. Aun le quedaba tabaco, por lo que, antes de volver a casa, podría calmar algo la ansiedad. No quería ver a su padre, ni si quiera estar bajo el mismo techo que aquel hombre que le despreciaba y mucho menos, tener que dormir allí y pasar mas de dos horas.
Kevin cerró los ojos de nuevo y le dio una larga calada al cigarro. Su mente estaba llena de rabia y debía calmarla de alguna manera. La calle estaba en absoluto silencio hasta que una voz femenina le llamó de cerca:
- Kevin...
El joven abrió los ojos y miró a su hermana. Ella tenía 27 años, aunque aparentaba ser tan joven como su hermano. Tenía el pelo castaño y ondulado, que le caía por los hombros y unos ojos color miel. En la escuela secundaría ella era la chica más llamativa de clase: responsable, guapa, amable, empática. Todos los chicos, y más de una mujer, se sentían atraídos por ella tanto sexual como sentimentalmente. La mirada de su hermana infundía una serenidad cómoda que su hermano pedía a gritos dentro de su encolerizada mente.
- Kevin, siento mucho lo que dijo papá. El está realmente preocupado por ti. Ambos sabemos que el no te desea ningún mal.
Ambos sabían que era mentira, pero al joven le tranquilizó ver que su hermana se preocupaba algo por él. Ella siempre le había cuidado y defendido de su padre y se lo agradecería eternamente.
Su hermana había estudiado derecho y ejercía como abogada. Su padre estuvo siempre orgulloso de ella. Su hermana era la hija perfecta de la familia. Por otro lado, nunca estuvo de acuerdo con las decisiones de Kevin. No soportó que estudiase filosofía. Tampoco que se fuese de casa. De pequeño nunca le había dicho ni una sola palabra de ánimo o apoyo y mucho menos, expresar que estaba orgulloso de él. Incluso llegó a pensar que su padre no lo era realmente. Nunca le trató como a un verdadero hijo. Nunca se preocupó. Nunca estuvo para nada.
Después de que su hermana se disculpase en nombre de aquel hombre al que llamaba "padre", se creó un pequeño silencio que solamente se prolongó durante unos segundos. Entonces Kevin rompió esa situación:
- No voy a dormir en casa. Me iré a un hotel - Hizo una pausa para terminar el cigarro y encender el tercero- El billete de vuelta a mi casa no es válido hasta pasado mañana. Me quedaré dos días en el hotel y haré algunas visitas.
- ¿Estás realmente seguro?
- Tranquila, soy lo suficientemente mayor para tomar estas decisiones.
- Vámonos a casa.
El joven se levantó del banco y acompaño a su hermana hacia casa. Durante el trayecto, que no llegaría a los 5 minutos, no cruzaron una sola palabra, cosa que no iba a ayudar con la situación de tensión padre-hijo que habría en casa.
Cuando llegaron, su madre estaba en la puerta con cara de preocupación, la cual cambió de forma casi inmediata al verles entrar. Cuando se pararon al lado suya, ella les dijo que la comida estaba preparada ya.
Entraron en la casa y se dirigieron directamente al comedor, donde, como había advertido su madre, la comida estaba lista. No era una comida sobreabundante, sino hecha a medida del apetito de todos los miembros. Kevin y su padre se sentaron en sendos extremos de la mesa para evitar tenerse cerca. Durante la comida, ninguno de ellos pronunció ni una sola palabra. Únicamente su madre y su hermana hablaron: trabajo, vida personal, problemas en sus respectivas ciudades... Tocaron todos los temas propios de una sobremesa familiar.
Tiempo después terminaron de comer y Kevin pensó que debía ir a reservar habitación en algún lugar. Solo existían dos hoteles en aquella ciudad, los cuales estaban en puntas opuestas de la ciudad. El joven se levantó y tomo sus cosas con tranquilidad. Su madre insistió en que se quedase, pero el dijo que debía hacer cosas temprano y no quería molestarles. Todo eran excusas. Al final, su madre, con un gesto algo descontento, aceptó la decisión de su hijo y se despidió de él.
En pocos minutos ya estaba en la calle. El día era algo sombrío, como si el solo no quisiera salir mucho. El joven estaba algo entristecido por su hermana y su madre, pero cuando pensaba en aquel hombre sobre el sillón del salón, no podía evitar apretar el puño. En ese momento, el joven se dirigió hacia el hotel más cercano, para intentar descansar y poder acabar el día de una vez de forma apacible.
Intentó recordar cual podría ser la manera mas veloz de ir hacia el hotel. Al final decidió ir andando y si no conseguía habitación, tomar un taxi.
De camino a su posible alojamiento, pasó a lado de decenas de establecimientos, en especial tiendas de ropa y bares. En la ciudad en la que él vivía abundaban los bares, pero no había tantas tiendas de ropa, aunque eso no significaba que hubiese pocas.
Casi media hora después, tras callejear bastante y preguntar, alcanzó el hotel. No era para nada lujoso, sino de un nivel bastante sencillo. Tenía un pequeño bar-comedor y muebles que parecían heredados de los abuelos de los dueños.
Se acercó al mostrador y preguntó por alguna habitación libre. Dio la casualidad de que les quedaban algunas libres en la primera planta. Tenía a elegir entre la 112 y la 107. Le daba igual realmente cualquiera de ellas. Acabó al final en la 107. Pagó por adelantado los dos días y subió sus pocas pertenencias a la habitación. Se sentía cansado y prefería descansar un poco hasta la tarde, por lo que se quitó la ropa y se metió en la cama. A los pocos minutos cayó dormido envuelto entre sus pensamientos de frustración ante su rutina.

(Continuará)

miércoles, 15 de enero de 2014

Bienvenidos a la hipocresía

¡Pasen y vean! ¡Vean y pasen! ¡Contemplen con alegría el resultado de nuestra estupidez: el gobierno!
Exacto señoras y señores. Hemos creado el mayor circo de la historia de España. Una crisis económica es lo que todo el mundo ve ¡Y es cierto que la hay! Pero no es la única crisis ante la que nos encontramos.
Cientos de años atrás, durante la época de Descartes, hubo otra crisis, no económica como esta, pero si una crisis de valores. La gente no sabía pensar. no conocía que era el mundo: no sabía nada.
Ahora mismo nos hallamos ante una crisis de valores. Hemos perdido nuestra facultad de pensar como seres racionales, de creer en cosas que no son reales, de no saber ver mas allá de los medios de comunicación, que están sobremanipulados.
Las manifestaciones no sirven. No hay orden. No somos más que seres esparcidos por un país pobre y corrupto. Mala gestión política (por no decir casi ausente), leyes anticuadas y propuestas casi dictatoriales. Realmente no lo comprendo. Os quejáis. TODOS. Todos os quejáis del país, pero no sabéis pensar. Os quejáis porque los demás lo hacen.
Y no olvidemos el tema policial. Haciendo mención a la expresión "vivimos en un país que teme más a la presencia de la policía que a su ausencia" creo que todo está dicho. No podemos seguir viviendo de esta forma, pero tampoco ser unos radicales sin sentido común.
Solo os digo una cosa: Bienvenidos a la península dictatorial de Españistán.

jueves, 9 de enero de 2014

3 - En el fondo del vaso.

Buscó el billete de tren entre sus bolsillos y lo sacó para salir de la estación. Aun le quedaba algo más de media hora para tener que ir a casa de sus padres, por lo que decidió ir al bar a tomar un trago. Eran la una de la tarde, por lo que decidió ir a un bar.
Encontró uno cerca de la estación. En el bar estaban un par de señores jubilados que hablaban de las medicinas que tenían que tomar mientras saboreaban un vino, tres madres que conversaban sobre la mala gestión del colegio de sus hijos y una joven, de unos 24 años, pelo castaño, amplio pecho y caderas semiestrechas. A pesar de no estar falta de busto, gracias a su altura estaba lo suficientemente proporcionada. Mediría aproximadamente un metro setenta. Llevaba unos simples vaqueros azules ajustados, una blusa color turquesa y una diadema blanca. Complementaba todo aquello con un colgante del que pendía una letra rúnica. Hacía tiempo, el joven había leído bastante sobre aquel abecedario y la reconoció al momento. Era la runa Thuris, propia del dios Thor.
Mientras esperaba al camarero a que le atendiese, el joven observaba a la mujer con atención y curiosidad. Era preciosa, de eso no había duda. Lo que le extrañaba es que, en una ciudad como aquella hubiese mujeres de ese tipo. Él había estado viviendo allí hasta los 20 años que se independizó de sus padres y no recordaba haber visto a nadie similar en la ciudad. Posiblemente solo estuviese de paso por aquel lugar.
Pensó en invitarla a una copa, pero a la una de la tarde puede que no fuese una buena idea. En ese momento el camarero le atendió. El pidió ron dulce con hielo. No conocía a mucha gente que tomase el ron solo excepto el mismo. El tacto que dejaba aquel tipo de alcohol le reconfortaba la garganta bastante, además de que, antes de ir a ver a su padre quería mentalizarse y una copa no le venía nada mal. Había tenido problemas con el alcohol hacía dos meses, pero se dio cuenta del fallo que estuvo cometiendo a tiempo. No era un problema de puro alcoholismo, solo pensó que podría beber lo suficiente para olvidar sus problemas. Gracias a sus amigos consiguió darse cuenta a tiempo de que emborrachándose no iba a conseguir nada. Consiguió dejarlo y ahora bebía muy de vez en cuando.
El joven miraba su vaso, aunque reiteradas veces enviaba sus ojos a contemplar a la mujer que le acompañaba en el bar. A los 5 minutos, la mujer pagó, se levantó y se marcho, no sin antes dedicarle, o al menos eso pensaba él, una sonrisa al joven. Al poco tiempo de salir, giró la esquina y desapareció tras el edificio.
Miró la hora y, aunque aun faltasen 15 minutos para la hora de comer en casa de sus padres, se bebió de un trago la copa. Llamó al camarero, pagó y se marchó tranquilamente. Nada había cambiado desde que se fue hace unos años de aquel pueblo. Todo seguía en su sitio, como si le hubiese estado esperando continuamente.
Cinco minutos después de salir del bar, llegó a casa de sus padres. Vivían en un chalet no muy grande, adornado con ladrillo y una verja de acero blanca para evitar que la gente entrase. Llamó a la puerta y salió su madre a saludarle. A pesar de sus casi 50 años, era una mujer de aspecto jovial, pelo moreno y ojos verdes. Por los estragos de la edad se le notaban las lineas de expresión. Nunca había visto a su madre triste excepto en el funeral de hacía 3 meses de Alice. Siempre evitaba pensar en su nombre, pero nunca podría olvidarlo. Fue el momento mas feliz de su vida y aquel nombre permanecerá en su mente como un eco del pasado.
Su madre, cuando salió a darle la bienvenida, lo abrazó y notó como alguna lágrima de felicidad escapaba de los ojos de aquella mujer. El joven la respondió el abrazo y se sintió cómodo a su lado, como si nada malo fuese a suceder. Cuando se separaron, él rompió el silencio:
- Felicidades madre. Me alegro de verte mucho.
- Gracias Kevin - Nunca le gustó su nombre al joven, pero se conformaba. Era un nombre simple y que no le pegaba realmente- Tu padre está dentro, viendo la televisión y tomando una cerveza, pasa a saludarle. En veinte minutos estará la comida. Dentro está también tu hermana, que ha venido ya que no tenía que trabajar.
Kevin entró con su madre en aquella casa. Todo seguían siendo recuerdos del pasado que no sabía si quería volver a vivir o no. Todos los recuerdos familiares, discusiones con su padre, su primera vez. Todo residía en esa casa.
Con algo de miedo, entraron en la casa y se dirigió al salón a saludar a su padre. Desde el pasillo le vio sentado en el sofá con una cerveza en la mano. Su padre tenía un físico curtido por la edad. Siempre había trabajado con el físico en la construcción. Tenía el pelo ralo y canoso. Parecía mucho mayor de los 50 años que tenía. Kevin tragó su orgullo y entró en la estancia con toda su buena voluntad, esperando poder pasar dos días en tranquilidad.
- Hola padre.
- Eres tú... Te esperaba más tarde - Dijo cortante.
- No hubo mucho retraso de trenes y madrugué bastante - Su padre ya comenzaba con los ataques, pero Kevin se calmó y prosiguió - Hace media hora que llegué a la ciudad.
- ¿Y como has tardado tanto? ¿Otra vez emborrachándote en el bar?
- No empieces.
- ¡No! Siempre has sido puras molestias. Estudias cosas inútiles y encima un maldito borracho. No sé ni como te dignas a venir todos los años...
En ese momento apareció la madre de Kevin. Cuando preguntó que sucedía, no hubo respuesta. El joven salió de la casa y fue a un parque cercano antes de volver. Estuvo pensando en lo que había dicho su padre. Nunca se llevaron bien, pero no era para tener que recriminarle todo lo que hacía. Necesitaba un cigarrillo. Saco la cajetilla, se encendió uno y notó como el humo del tabaco viajaba hasta sus pulmones. Entonces se sentó en un banco, miró al cielo y pensó si podría aguantar aunque fuese una hora en aquella casa.

(Continuará)

miércoles, 8 de enero de 2014

Materialismo intelectual.

¿Alguna vez habéis conocido a alguien que esté en unos estudios superiores solo por "tener un título? Creo que la gran mayoría habréis dicho que "si". Esto es algo muy lógico hoy en día. Nos encontramos en un entorno social en el que no es importante "saber" sino "tener". Poseer un título colgado de la pared es muy importante, tengas o no idea de lo que has estudiado. 
Pocas personas estudian hoy en día solo por que desean saber. La gente quiere tener una carrera con salidas, estudiar poco y saber menos. Hemos perdido algo muy importante del ser humano: La curiosidad.
Ya no buscamos conocimiento, no somos curiosos, no investigamos. Nos hemos convertido en simples "máquinas" que hacen exámenes y olvidan todo lo que han aprendido. Ya no se quiere saber, solo sabemos mirar por nuestro bolsillo.
"Se notario que ganan mucho dinero", "Medicina es una gran carrera y tiene buen sueldo", "Se profesor que con las oposiciones tienes sueldo fijo". Todas esas expresiones las he escuchado a lo largo de mi corta vida. Por suerte no han ido dirigidas a mí, pero realmente si que me han dicho cosas similares. Lo que verdaderamente quiero estudiar es "Filosofía", porque me atrae intelectualmente y la encuentro sumamente interesante, pero por otro lado me gustan las ciencias y estoy estudiando una ingeniería. Cuando yo le planteé mi duda a mi familia, todos ellos estaban de acuerdo en que era más importante la ingeniería porque "tiene muchas salidas". Otra vez llegamos a la misma conclusión: Lo importante es el título y el dinero.
No me gusta alargarme con estas cosas. Realmente no es necesario. Quiero concluir con un simple consejo, aunque hoy en día los estudios este muy dirigidos a ganar dinero, estudiad aquello que realmente sepáis que os va a beneficiar como persona, aquello que os vaya a hacer crecer en la dirección que deseáis. Sed vosotros mismos: Dibujad vuestro verdadero destino a partir de puro conocimiento y no materialismo didáctico.

lunes, 6 de enero de 2014

La sexualidad y la educación.

Analizar el mundo no es una tarea sencilla, pero si bastante curiosa. Nuestros hábitos, nuestro pensamiento. Todo varía entre las diferentes partes del mundo, pero si cogemos a una sociedad en particular y la descomponemos en las ideas mas gruesas en las que se basa, las podríamos contar con los dedos de una mano.
Enciende la televisión y dime que ves. Seguramente veas objetos inútiles que quieres comprar, y no te culpo por ello, es algo lógico. Pero vayamos más allá. Programas de televisión. ¿Sabes que hay en ellos? Tetas. Si, tetas. No hay nada que llame más la atención.
Esta pequeña introducción me sirve para abordar el tema principal. Vivimos en una sociedad sexualizada. El sexo es una herramienta presente en los medios de comunicación. Niños observan todo ello sin saber que es, pero les gusta verlo. El sexo es algo propio de la naturaleza y no hay que hacerlo tabú, pero esa manía de ahora de tratarlo como un tema normal entre la juventud no es una gran idea.
El ser humano, gracias a la evolución madura sexualmente antes, hablando de características físicas: Los hombres obtienen espermatozoides maduros a edades mas tempranas y las mujeres tienen la regla casi con 11 o 10 años. Eso no es culpa del ser humano, pero lo que estamos haciendo y si es nuestra culpa, es inculcarles de forma directa o indirecta a niños que aun no son maduros de forma mental.
Las edades de aprendizaje están mas que estudiadas y la madurez de un ser humano, en términos intelectuales, no se alcanza mínimo hasta los 15 años.
No hablo de prohibirles nada relacionado con el sexo. No, amigos. Hablo de educación. Hablo de ser consciente que estamos haciendo con la sociedad, porque un problema debe haber cuando hay niñas con 13 años embarazadas. Hemos olvidado la educación con la premisa de que somos libres. Un perro es libre porque no vive en una sociedad con pilares sólidos.
El hombre es libre, pero eso le transforma en descuidado y es culpa nuestra de que hoy en día existan seres inmaduros mentalmente que puedan reproducirse.
Finalizo esto diciendo que en esta sociedad no nos falta libertad. No podemos hablar de libertad si aquí todos somos seres que viven en una sociedad fuera de la educación. Empecemos a pensar en los errores que cometemos ahora, que cuando seamos una sociedad inteligente, hallaremos la ansiada libertad que merecemos.

domingo, 5 de enero de 2014

Ryuusei



lueven estrellas~




El soñador observa los pequeños pétalos, alineados a sus costados como si fueran las marcas de una ferrovía oxidada

Camino descalzo por un prado mientras observo repentinamente el cielo estrellado sin luna

El Panorama es un aguacero de estrellas que caen, que son el centellear de muchos millares de años luz.

Las mitologías griegas, de chispas pintan este cielo puro de un pálido azul profundo,

Puntillas húmedas, miro el cielo, camino…

Primero tu mano, dentro de la palma sucia de tu mano.




No olvido el verdadero color del paisaje que amabas

Sin embargo, ahora igualar el polvo de estrella que es tan brillante...




El amante tiembla bañado de lágrimas

Esto sujetó la mano, tan tristemente cálida




No olvides la belleza del futuro visto en tus sueños

El grupo de las estrellas que caían, estrellas que desaparecieron tu sonrisa




Me culparon de cerrar tu cielo

En eso mirabas hacia el cielo, ahora sobre qué estás pensando?




El amante tiembla bañado de lágrimas

Esto sujetó la mano, delgada, débil,

Cayendo tus lágrimas se parecen a las estrellas

Ahora, este cielo completo, como un meteoro




Las estrellas están coloreando este cielo puro, las ferrovías son mojadas por la niebla de la noche

Sobre el oxidado y alejado soñador, las flores de cuatro pétalos guardan la vida como un caprichoso plato




Como si sus manos entrelazadas no pudieran dejarlos ir

Como si sus dedos entrelazados no pudieran dejarlos ir




En lo alto del cielo, las estrellas que están cayendo como una incesante lluvia del inicio del verano o una ducha ligera en otoño

en esta tierra maniática de la limpieza , camino descalzo en las ferrovías

Solamente una mano cálida sujeta la ferrovía

La suciedad de la palma de tu mano




El Panorama es un aguacero de estrellas que caen, camino en Puntillas húmedas

Como si sus manos entrelazadas no pudieran dejarlos ir

Como si sus corazónes unidos no pudieran separarse jamás


2 - Materialismo absurdo.



El sabor del Philip Morris no era el del mejor tabaco del mundo, ni mucho menos, pero dejaba en la boca una sensación mas ligera que cualquier otra marca. El joven odiaba el tabaco negro. Cada calada de ese tipo de tabaco le proporcionaba una sensación de estar cortando su propia traquea. Por otro lado, el tabaco rubio le producía ese placer insano que le relajaba lo suficiente.
Cuando terminó el cigarrillo miró de nuevo el reloj de la estación. Aun faltaban quince minutos para el tren y no quería agotar más sus existencias de aquel vicio. No tenía demasiados vicios: algún cigarrillo suelto, el café y la lectura. Sobre todo la lectura. Nunca podía estar sin leer un libro y eso le frustraba. Tenía que acudir a librerías y bibliotecas constantemente para encontrar lo que buscaba. Los libros con trasfondos serios no eran muy abundantes. Todo eran o novelas históricas o novelas adolescentes de poderes mágicos que surgen de la nada. Era algo que le cabreaba en el fondo. Miles de escritores en el mundo y el 80% de ellos únicamente pensaba en sus ventas. La literatura cada vez era menos pura, por eso se lanzó a leer literatura de los siglos XIX y XX (de este último hasta la década de los 70 únicamente). Entre sus libros favoritos tenía Horizontes Perdidos de Hilton James, El Gran Gatsby de Scott Fitzgerald y 1984 de George Orwell. Esta última le había cambiado la percepción del mundo tal y como era. El Gran Hermano del que se hablaba era una metáfora impresionante del control que ejerce la gente con poder sobre los débiles, incluso si desconoces quien lo posee. Aquella novela la había leído cientos de veces y nunca se cansaría. Orwell era un visionario y supo plasmar a la perfección la sociedad putrefacta en la que siempre estará sumido el mundo.
Los minutos pasaban lentamente mientras aquel chico pensaba en todos los libros que había leído. Libros de todo tipo de culturas. Alexandre Dumas también le había sorprendido bastante. Todos le conocen por Los tres mosqueteros pero para el joven, su obra maestra es El conde de Montecristo. Es la prueba fehaciente de que el hombre vive y muere por algún fin, que en este caso es pura venganza.
Ese tipo de novelas ya no se escribían. Todo era simple ansia comercial. Dinero, dinero, dinero. Todos los días oía esa palabra. Gente pidiendo dinero, gente quejándose de su escasez o gente deseando tener aun más. La sociedad se había convertido en una sociedad materialista, pero era algo inevitable.
En aquel momento el tren llegó a la estación. No había mucha gente esperándolo. Solo una madre con su hija de unos 4 años de edad. Se notaba que era una familia que no escatimaba en gastos. La madre llevaba un conjunto que parecía costar tanto como un riñón y la niña llevaba un vestido infantil hecho de una tela bastante cara. Ambas iban bastante abrigadas pero sin perder ese glamour que intentaban aparentar.
En la otra punta del andén estaba un señor de unos cuarenta y muchos años con un sombrero similar a los de marca Borsalino que llevaba su padre. Era de color gris. El hombre lo conjuntaba con un traje y una gabardina de color gris ambas cosas, pero no del mismo tono. La gabardina era mucho más oscura y poseía enormes bolsillos. El hombre transportaba un maletín en el que llevaría cualquier tipo de papeles: cuentas del banco, informes de su empresa o simplemente nada. Nadie podía decir que aquello era apariencia pura.
Las pocas personas del andén entraron en el vehículo y se sentaron lo más alejado posible los unos de los otros. Como era de esperar, el tren estaba casi vacío, por lo que encontrar asiento fue bastante sencillo.
El chico sacó el libro que había traído y buscó algún relato que pudiese llamarle la atención. Encontró uno del que había oído hablar: El diablo de la botella. Comenzó entonces a leerlo.
El relato trataba de un hombre hawaiano que busca conocer mundo. En un viaje a San Francisco encuentra a un hombre que posee una botella en la cual todos los colores del universo habitan. El hombre le dice al hawaiano que en ella habita un demonio capaz de cumplir cualquier deseo excepto el de alargar la vida de alguien y que la condición para traspasar la botella es venderla por un precio menor al que la has comprado. Si no se vende la botella antes de la muerte, el dueño estará condenado al infierno. El hawaiano queda fascinado y decide comprar aquella botella. El hombre desea tener una gran casa y el demonio se lo concede. Ese mismo día el hawaiano recibe una herencia de unos familiares suyos que mueren y construye una casa. El hombre se acaba casando y como ya es feliz, vende la botella.
Tiempo después le diagnostican la lepra, por lo que, como loco, busca comprar la botella de nuevo. Cuando la encuentra se da cuenta que está a un centavo, pero él la acaba comprando para evitar el sufrimiento de alejarse de su mujer y de su casa. Su esposa, para que no sufra tras su muerte en el infierno, decide hacer junto a él un viaje a Tahití donde la moneda que tienen posee valores menores al del centavo.
En aquel lugar todos eran excesivamente supersticiosos. La mujer, para que su amado no sufra, convence a un anciano a comprarla por 4 céntimos mientras que ella después se la compra por 3. El hawaiano se entera de tal acto y entonces habla con un marinero que acepta a comprársela por 2 centavos y después el marido la compraría por 1. Finalmente, el marinero, al ver que su deseo de tener alcohol durante toda su vida, aunque vaya a sufrir los estragos del infierno, se queda la botella, dejando que la pareja viva feliz en su casa de ensueño.
Cuando acaba de leer la historia, cierra el libro y se da cuenta que solo faltan 5 minutos para llegar a la ciudad de sus padres. No sabía si estaba o no feliz de verles. Nunca se había llevado bien con su padre. El siempre le iba a echar en cara que no estudiase algo de provecho. Su madre nunca le decía nada. Ella era una mujer amable y había apoyado todo lo que hacía su hijo siempre que fuese una decisión de corazón.
El tren arribó en la estación. El joven recogió las cosas que llevaba y salió. Respiró el aire cargado de la zona por primera vez en casi un año. Entonces se sacó otro cigarrillo y comenzó a fumar mientras miraba marcharse el tren. Lo último que pensó antes de que el tren se desvaneciese en el horizonte es si podría aguantar de nuevo, durante dos días todas las críticas de su padre.



(Continuará)

sábado, 4 de enero de 2014

1 - Teorías fuera de lugar

"El hombre existen en tanto a que sus diferentes partes existen. Su cuerpo no es solo un material a grandes rasgos, pero si viajamos a la fase inicial, todo es materia pura.
Pero si el hombre es materia, ¿Que le diferencia de una piedra?
El universo esta compuesto por pocas cosas: Energía, materia y sus recíprocos. Si el hombre se diferencia en algo de los seres inertes es porque debe poseer otro tipo de materia distinta a ellos.
Entonces llegamos a la conclusión de que existe una 'materia vital' que le induce vida al cuerpo. Esa materia es la que nos da la información necesaria para vivir: comer, beber, relacionarnos y reproducirnos. Esto nos transforma en seres vivos, pero irracionales.
La razón es algo propio del hombre, pero no quiere decir que le haga superior"
El joven dejó de escribir. No se sentía en aquel momento lo suficientemente centrado. Ese día era el cumpleaños de su madre, quien vivía en un pueblo al norte donde él vivía, cerca de unas pequeñas montañas. Apuró el desayuno, pagó todo y se marchó hacia casa. Sabía que se iba a quedar un par de días, por lo que debería llevar alguna muda y algo de entretenimiento nocturno. Cuando se encontraba fuera de su casa le era casi imposible dormir. Él siempre pensaba que todo era culpa de la dichosa rutina. Acostumbrado a lo mismo día si y día también, en cuanto se desviaba un poco, todo era difícil.
La rutina era algo en lo que siempre había pensado. Quería romperla pero su inseguridad no se lo permitía. Desde su infancia todo era rutinario: Madrugar a la misma hora, ir a la misma clase, comer el mismo menú de comedor escolar, las mismas clases aburridas. Lo único que cambiaba era la gente que tenía alrededor, el día que era y el clima, aunque más de una vez se le hacían similares los días.
Su adolescencia la pasó siempre con la misma gente, amigos suyos que aun permanecen a su lado. Toda su familia quería que fuese médico; le obligaron a estudiar ciencias en el bachillerato pero él no estaba cómodo estudiando eso. A los 15 años empezó a leer muchos libros de misterio, novelas que le causaban una sensación de angustia, no en el mal sentido, sino que su ansia por conocer lo que iba a pasar en la siguiente página le encantaba. Aquellos libros le tenían pensando todo el día. ¿Qué pasará? ¿Cómo saldrá de esta el protagonista?. Todas esas cosas le hacían sentir otro, vivir otra vida, pero siempre llegaba un momento en el que tenía que dejar de leer y volver a su apestosa rutina.
Hasta los 17 años no besó a su primera chica. Ella estaba borracha y todos estaban jugando a un estúpido juego llamado "beso, verdad o atrevimiento". Él participaba por no quedarse marginado frente a aquella gente. Aquellos no eran amigos suyos. Estaba en el cumpleaños de un primo suyo con el que no se llevaba del todo mal y con quién tenía bastante confianza en algunos temas.
Entonces una chica de pelo rubio y liso eligió 'beso' y su primo, en un alarde de sensatez, dijo que besase a su primo. El joven protagonista no era un chico feo, en absoluto. Tenía los ojos azules, pelo marrón que le llegaba hasta los ojos. Era ancho de espaldas y mostraba un cuerpo, no atlético pero si cuidado. Medía en aquel entonces 1,75 (en el momento de la historia, 1,80).
La chica era bastante guapa. Los pechos no eran demasiado voluminosos, pero a él realmente no le importaba. Las mujeres con cuerpos desproporcionados no le atraían mucho. Para él, aquella chica, para tener solo 16 años, tenía un cuerpo semiperfecto.
En términos bastante obscenos, la chica aquella era un tanto ligera de cascos, por lo que no dudo ni un segundo en besarse con el joven. Ni si quiera él pudo verlo venir, pero la sensación de los labios de aquella chica rozando los suyos nunca se apagará en su mente. Todos rieron como niños pequeños y continuaron con su ritual adolescente. Al poco tiempo, el chico se marchó a casa. Durante el periodo que había estado con su primo, vio a aquella chica rubia besarse con otros 3 chicos, incluyendo a su propio primo. Él no entendía la gracia de aquello y se aburría demasiado.
Tres años después conseguiría novia. Era una chica mayor que él, de 23 años, castaña. ojos marrones, tez pálida y de su misma estatura. No gastaba una talla muy grande de pecho: una 95 con copa D. Aquella chica iba acorde a los gustos del inexperto protagonista. Se conocieron a partir de un amigo suyo en una pequeña fiesta en la facultad. Ella era tímida y él no sabía relacionarse con la gente muy bien. Sus respectivos amigos les dejaron tirados durante unos minutos y ella rompió la dura atmósfera del lugar preguntándole por sus estudios. Él le contó que estaba a punto de terminar la carrera de filosofía. Ella estaba psicología en la misma facultad, pero nunca se habían cruzado, o al menos no lo recordaban. Continuaron charlando de cientos de cosas durante horas: cine, música, literatura. Se podía sentir que habían congeniado. Intercambiaron sus números de teléfono y continuaron en contacto quedando más de una vez. Un mes después estaban saliendo. La relación fue perfecta: cuando él estaba con aquella mujer, la rutina se borraba, todo era distinto y nada monótono. Les era difícil congeniar el tiempo, ya que ella trabajaba y él estaba al principio con su tesis doctoral, la cual no ha acabado. Fueron 3 años perfectos que le enseñaron la vida tras la monotonía, pero a su muerte, el joven entró en depresión.

Cuando llegó a casa cogió otro par de pantalones, muda limpia, algunos objetos personales: cepillo de dientes, enjuague, tabaco, cargador de móvil. Buscó un libro para llevarse: "Relatos" de Robert L. Stevenson. Era un autor que le apasionaba bastante pero que no había comenzado a leerle hasta hacía dos años. Sus relatos eran como los que le gustaban al joven. Relatos que te hacían reflexionar. Metió todo en una bolsa pequeña de viaje y se dirigió a la estación donde compró el billete de tren. Aun faltaban 20 minutos para que llegase por lo que sacó un cigarro y empezó a fumárselo mientras volvía a divagar en lo mas profundo de su mente.
(Continuará)

viernes, 3 de enero de 2014

New Chance

Burning my fear
I break my insanity
Tricks with your lies
Clutching the reality

Pay for it
you must be
the liar of
those dreams

I will escape
I can't regret
I'm not affraid
This will end

Coulder than my hand
My eyes are charging you
Break, break, break, break
you are refused

I'll pay back
All this pain
Hitting my hands
Against your face

Down this no sense
Back in my head
(I can't forget
What I lived)
No mercy for you
No more tears
This is the end:
This reallity

It's not a conclusion
Is only a waste of time
Let's go ahead
Never look back

I'll pay back
All this pain
Hitting my hands
Against your face

Down this no sense
Back in my head
(I can't forget
What I lived)
No mercy for you
No more tears
This is the end:
This reallity

miércoles, 1 de enero de 2014

Prólogo: Pensamientos confusos y nítidos.

Eran las 10 de la mañana en la casa del joven protagonista. Él había salido de fiesta durante la noche pero no había sido nada satisfactoria. Unas cervezas, intercambio de palabras con sus amigos y a las 2 de la madrugada en casa. El joven andaba desganado durante los últimos días, no por nada en especial, sino por la dichosa rutina que le hacía ver el mundo cada vez mas absurdo y lineal.
Como un reloj el joven se levantó. Tendría entre 23 años, barba de tres días, la cual odiaba, pero aun más el hecho de afeitarse. El pelo le cubría hasta los ojos y no había ni un ápice de que alguna vez se haya peinado con raya.
Cuando se levantó, lo primero que hizo fue coger ropa limpia y ducharse. Todo pura rutina, pero el hombre es un animal de costumbres y él no sabía que hacer si todo cambiase. Se dio una ducha caliente y se vistió con unos vaqueros, una camiseta negra con dibujos que casi podríamos considerar abstractos y unas deportivas azules oscuras.
Se calentó el café del día anterior y se tomo un par de galletas. No encendió la televisión. No tenía ganas de ver más mentiras en la caja tonta. Cuando terminó su frugal desayuno, cogió la chaqueta, móvil, cartera y llaves y se lanzó a la calle. Era día 3 de noviembre y no tenía trabajo. Había trabajado en algún que otro sitió tras acabar la universidad, pero nada continuo, pequeños trabajos.
Se dirigió al quiosco de toda la vida y compró su numeró de la revista mensual de filosofía que leía. Él pensaba que la filosofía y la literatura eran las únicas ventanas por donde se puede tomar el aire y salir de este mundo absurdo.
Este mes venía un libro de uno de sus filósofos favoritos: Schopenhauer. Aunque fuese el pesimista por excelencia, le parecía de los mas sinceros consigo mismo. Guardo el pequeño libro en el bolsillo interno de la chaqueta y se dirigió a dar una vuelta. Solo para pensar.
Hacia 2 meses murió su pareja de un accidente de tráfico. Ella no iba en ninguno de los dos coches implicados, sino ella iba tranquilamente cruzando la carretera por el paso de peatones cuando, un borracho y su amigo, en sendos coches, hacían una carrera. Uno de ellos la atropelló y del susto dio un vuelco al volante y acabo golpeando al otro coche. Los dos hombres sobrevivieron, ella estuvo agonizando 4 horas hasta que murió. Lo mas duro fue que, a su muerte, el joven estaba a su lado y lo último que le dijo fue: "Siento no haberte hecho más feliz".
Durante ese mes, no paró de beber. Intentó olvidar todo, pensar que era una simple pesadilla y que cuando acabase la resaca, ella volvería, pero no fue así. Sufrió mucho e incluso pensó en el suicidio. Incluso comenzó de nuevo a fumar. Llevaba un año sin hacerlo, pero su cuerpo no soportó la presión.
Tras cinco minutos andando llegó al estanco y se compro un paquete de tabaco marca Philip Morris.
Fue a un bar, pidió un café y una tostada y saco una pequeña libreta del bolsillo y empezó a escribir. Aquel antiguo estudiante estaba escribiendo una teoría de filosofía. Estudió en la gran ciudad filosofía y se especializó en la alemana. Había leído mucho de Nietzche, algo de Kant, aunque no le atraía personalmente. Schopenhauer era de sus favoritos pero como gran pensador tenía en mente siempre al austriaco Wittgenstein. Mientras preparaban su café, comenzó a escribir y a dibujar las palabras de su mente.

(Continuará)