sábado, 4 de enero de 2014

1 - Teorías fuera de lugar

"El hombre existen en tanto a que sus diferentes partes existen. Su cuerpo no es solo un material a grandes rasgos, pero si viajamos a la fase inicial, todo es materia pura.
Pero si el hombre es materia, ¿Que le diferencia de una piedra?
El universo esta compuesto por pocas cosas: Energía, materia y sus recíprocos. Si el hombre se diferencia en algo de los seres inertes es porque debe poseer otro tipo de materia distinta a ellos.
Entonces llegamos a la conclusión de que existe una 'materia vital' que le induce vida al cuerpo. Esa materia es la que nos da la información necesaria para vivir: comer, beber, relacionarnos y reproducirnos. Esto nos transforma en seres vivos, pero irracionales.
La razón es algo propio del hombre, pero no quiere decir que le haga superior"
El joven dejó de escribir. No se sentía en aquel momento lo suficientemente centrado. Ese día era el cumpleaños de su madre, quien vivía en un pueblo al norte donde él vivía, cerca de unas pequeñas montañas. Apuró el desayuno, pagó todo y se marchó hacia casa. Sabía que se iba a quedar un par de días, por lo que debería llevar alguna muda y algo de entretenimiento nocturno. Cuando se encontraba fuera de su casa le era casi imposible dormir. Él siempre pensaba que todo era culpa de la dichosa rutina. Acostumbrado a lo mismo día si y día también, en cuanto se desviaba un poco, todo era difícil.
La rutina era algo en lo que siempre había pensado. Quería romperla pero su inseguridad no se lo permitía. Desde su infancia todo era rutinario: Madrugar a la misma hora, ir a la misma clase, comer el mismo menú de comedor escolar, las mismas clases aburridas. Lo único que cambiaba era la gente que tenía alrededor, el día que era y el clima, aunque más de una vez se le hacían similares los días.
Su adolescencia la pasó siempre con la misma gente, amigos suyos que aun permanecen a su lado. Toda su familia quería que fuese médico; le obligaron a estudiar ciencias en el bachillerato pero él no estaba cómodo estudiando eso. A los 15 años empezó a leer muchos libros de misterio, novelas que le causaban una sensación de angustia, no en el mal sentido, sino que su ansia por conocer lo que iba a pasar en la siguiente página le encantaba. Aquellos libros le tenían pensando todo el día. ¿Qué pasará? ¿Cómo saldrá de esta el protagonista?. Todas esas cosas le hacían sentir otro, vivir otra vida, pero siempre llegaba un momento en el que tenía que dejar de leer y volver a su apestosa rutina.
Hasta los 17 años no besó a su primera chica. Ella estaba borracha y todos estaban jugando a un estúpido juego llamado "beso, verdad o atrevimiento". Él participaba por no quedarse marginado frente a aquella gente. Aquellos no eran amigos suyos. Estaba en el cumpleaños de un primo suyo con el que no se llevaba del todo mal y con quién tenía bastante confianza en algunos temas.
Entonces una chica de pelo rubio y liso eligió 'beso' y su primo, en un alarde de sensatez, dijo que besase a su primo. El joven protagonista no era un chico feo, en absoluto. Tenía los ojos azules, pelo marrón que le llegaba hasta los ojos. Era ancho de espaldas y mostraba un cuerpo, no atlético pero si cuidado. Medía en aquel entonces 1,75 (en el momento de la historia, 1,80).
La chica era bastante guapa. Los pechos no eran demasiado voluminosos, pero a él realmente no le importaba. Las mujeres con cuerpos desproporcionados no le atraían mucho. Para él, aquella chica, para tener solo 16 años, tenía un cuerpo semiperfecto.
En términos bastante obscenos, la chica aquella era un tanto ligera de cascos, por lo que no dudo ni un segundo en besarse con el joven. Ni si quiera él pudo verlo venir, pero la sensación de los labios de aquella chica rozando los suyos nunca se apagará en su mente. Todos rieron como niños pequeños y continuaron con su ritual adolescente. Al poco tiempo, el chico se marchó a casa. Durante el periodo que había estado con su primo, vio a aquella chica rubia besarse con otros 3 chicos, incluyendo a su propio primo. Él no entendía la gracia de aquello y se aburría demasiado.
Tres años después conseguiría novia. Era una chica mayor que él, de 23 años, castaña. ojos marrones, tez pálida y de su misma estatura. No gastaba una talla muy grande de pecho: una 95 con copa D. Aquella chica iba acorde a los gustos del inexperto protagonista. Se conocieron a partir de un amigo suyo en una pequeña fiesta en la facultad. Ella era tímida y él no sabía relacionarse con la gente muy bien. Sus respectivos amigos les dejaron tirados durante unos minutos y ella rompió la dura atmósfera del lugar preguntándole por sus estudios. Él le contó que estaba a punto de terminar la carrera de filosofía. Ella estaba psicología en la misma facultad, pero nunca se habían cruzado, o al menos no lo recordaban. Continuaron charlando de cientos de cosas durante horas: cine, música, literatura. Se podía sentir que habían congeniado. Intercambiaron sus números de teléfono y continuaron en contacto quedando más de una vez. Un mes después estaban saliendo. La relación fue perfecta: cuando él estaba con aquella mujer, la rutina se borraba, todo era distinto y nada monótono. Les era difícil congeniar el tiempo, ya que ella trabajaba y él estaba al principio con su tesis doctoral, la cual no ha acabado. Fueron 3 años perfectos que le enseñaron la vida tras la monotonía, pero a su muerte, el joven entró en depresión.

Cuando llegó a casa cogió otro par de pantalones, muda limpia, algunos objetos personales: cepillo de dientes, enjuague, tabaco, cargador de móvil. Buscó un libro para llevarse: "Relatos" de Robert L. Stevenson. Era un autor que le apasionaba bastante pero que no había comenzado a leerle hasta hacía dos años. Sus relatos eran como los que le gustaban al joven. Relatos que te hacían reflexionar. Metió todo en una bolsa pequeña de viaje y se dirigió a la estación donde compró el billete de tren. Aun faltaban 20 minutos para que llegase por lo que sacó un cigarro y empezó a fumárselo mientras volvía a divagar en lo mas profundo de su mente.
(Continuará)

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