Eran las 10 de la mañana en la casa del joven protagonista. Él había salido de fiesta durante la noche pero no había sido nada satisfactoria. Unas cervezas, intercambio de palabras con sus amigos y a las 2 de la madrugada en casa. El joven andaba desganado durante los últimos días, no por nada en especial, sino por la dichosa rutina que le hacía ver el mundo cada vez mas absurdo y lineal.
Como un reloj el joven se levantó. Tendría entre 23 años, barba de tres días, la cual odiaba, pero aun más el hecho de afeitarse. El pelo le cubría hasta los ojos y no había ni un ápice de que alguna vez se haya peinado con raya.
Cuando se levantó, lo primero que hizo fue coger ropa limpia y ducharse. Todo pura rutina, pero el hombre es un animal de costumbres y él no sabía que hacer si todo cambiase. Se dio una ducha caliente y se vistió con unos vaqueros, una camiseta negra con dibujos que casi podríamos considerar abstractos y unas deportivas azules oscuras.
Se calentó el café del día anterior y se tomo un par de galletas. No encendió la televisión. No tenía ganas de ver más mentiras en la caja tonta. Cuando terminó su frugal desayuno, cogió la chaqueta, móvil, cartera y llaves y se lanzó a la calle. Era día 3 de noviembre y no tenía trabajo. Había trabajado en algún que otro sitió tras acabar la universidad, pero nada continuo, pequeños trabajos.
Se dirigió al quiosco de toda la vida y compró su numeró de la revista mensual de filosofía que leía. Él pensaba que la filosofía y la literatura eran las únicas ventanas por donde se puede tomar el aire y salir de este mundo absurdo.
Este mes venía un libro de uno de sus filósofos favoritos: Schopenhauer. Aunque fuese el pesimista por excelencia, le parecía de los mas sinceros consigo mismo. Guardo el pequeño libro en el bolsillo interno de la chaqueta y se dirigió a dar una vuelta. Solo para pensar.
Hacia 2 meses murió su pareja de un accidente de tráfico. Ella no iba en ninguno de los dos coches implicados, sino ella iba tranquilamente cruzando la carretera por el paso de peatones cuando, un borracho y su amigo, en sendos coches, hacían una carrera. Uno de ellos la atropelló y del susto dio un vuelco al volante y acabo golpeando al otro coche. Los dos hombres sobrevivieron, ella estuvo agonizando 4 horas hasta que murió. Lo mas duro fue que, a su muerte, el joven estaba a su lado y lo último que le dijo fue: "Siento no haberte hecho más feliz".
Durante ese mes, no paró de beber. Intentó olvidar todo, pensar que era una simple pesadilla y que cuando acabase la resaca, ella volvería, pero no fue así. Sufrió mucho e incluso pensó en el suicidio. Incluso comenzó de nuevo a fumar. Llevaba un año sin hacerlo, pero su cuerpo no soportó la presión.
Tras cinco minutos andando llegó al estanco y se compro un paquete de tabaco marca Philip Morris.
Fue a un bar, pidió un café y una tostada y saco una pequeña libreta del bolsillo y empezó a escribir. Aquel antiguo estudiante estaba escribiendo una teoría de filosofía. Estudió en la gran ciudad filosofía y se especializó en la alemana. Había leído mucho de Nietzche, algo de Kant, aunque no le atraía personalmente. Schopenhauer era de sus favoritos pero como gran pensador tenía en mente siempre al austriaco Wittgenstein. Mientras preparaban su café, comenzó a escribir y a dibujar las palabras de su mente.
(Continuará)
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