sábado, 21 de diciembre de 2013

Fe

Los llantos del exterior no se iban de mi cabeza. Tantos gritos de dolor, tantos sollozos implorando perdón me invadían la cabeza y no me dejaban conciliar el sueño. Aunque me encerrase en el lugar más silencioso del planeta, esas voces gemían de forma rasgada y triste dentro de mis oídos.
Todas las mañanas me despierto entre sudores tras soñar con todos los sucesos diarios que veo: mutilaciones, niños abandonados, madres con su bebes en brazos. ¿Y todo por qué? Por esta maldita guerra. Un trozo de tierra que busca todo el mundo, solo porque unos cuantos seres de hace miles de años se están pudriendo debajo.
Al principio yo no pensé que algo así fuese a pasar, y menos aun en nuestra época, donde aparentamos ser civilizados aunque ya se ha demostrado lo contrario.
Cuando llegas al campo de batalla, ves a tu alrededor de todo: chicos y chicas de 16 años con fusiles en sus menudas manos, padres separados de sus hijos para defender su país. Médicos, maestros, bomberos... No puedo soportar más esta aberración de presente.
Yo solía creer en Dios, un Dios justo, que realmente, en un momento de verdad, no dejaría que todo esto sucediese, pero después de ver lo que he visto, oír todos esos gritos y sentir tal repulsión hacia el hombre, me he dado cuenta que no existe ningún "Dios". ¿Cómo un ser Todopoderoso, que en principio, cuida de sus creaciones, puede permitir tal monstruosidad? No puedo entenderlo y se que nunca lo entenderé.
Mi carta es corta, pero debía escribirla, porque se que tú me comprendes y que tampoco quieres que, haya donde tu estés, tales sucesos puedan ocurrir.

Cuida de los tuyos y se un verdadero ser racional.

Un ciudadano sin nombre.

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