lunes, 16 de diciembre de 2013

Otra vez

Tu respiración es entrecortada, tus manos tiemblan como si estuvieses empuñando un arma. Sudores fríos recorren tu piel de gallina mientras observas aquella imagen. Es ella. La observas tumbada mientras te engatusa con su mirada. Sus ojos color miel te provocan, sus labios dibujan la más perfecta de las curvas de su cuerpo. Ella te llama con las manos y aun tembloroso, te acercas, como si tuvieses una especie de miedo natural a su cuerpo.
Sus ojos siguen clavándose en tu pecho y sientes unas punzadas en tu interior. Cuando te encuentras a escasos centímetros de ella, comienzas a acariciar con tus dedos su cuerpo. Tus dedos dibujan carreteras en sus pechos. Su piel, blanca como la nieve, es aun reluciente en la simple penumbra del cuarto. Tus manos comienzan a desabrochar su ropa interior intentando resolver ese puzzle tan temido por el hombre. Se acelera aún mas tu respiración. Cuando finalmente resuelves el rompecabezas, la prenda de ropa cae en el colchón y observas de nuevo su cuerpo totalmente blanco. Ella te sonríe con una mezcla de lujuria e inocencia que nunca habrías imaginado que podría existir.
Ella se acerca a ti. Sudores fríos cabalgan por tu nuca como en una carrera. Temblando como un niño, ella te agarra de la cintura suavemente, te mira a los ojos y acerca lentamente sus labios a los tuyos. Tu la besas suavemente dejando que poco a poco la situación se acelere hasta transformar la cama en una hoguera de deseo y pasión.
Vuestros cuerpos se rozan. Toda esa pasión y deseo se transforman en un placer extremo que sabes que se agotará en algún momento, pero mientras tanto aprovecharás hasta el último ápice de éste.
Cuando todo termina, ella se viste aun sonriente mientras sigues en la cama. Segundos después tu comienzas a hacer lo mismo. Salís de la casa en la que os encontrabais y decides acompañarla a casa, todo acompañado de risas, bromas y caricias tontas entre vuestras manos. Cuando ya estáis cerca de su hogar, ella te besa, se despide y desaparece en la corta lejanía. Tu vuelves a tu casa dando un paseo. Ves que es tarde y decides irte a dormir, pero no puedes. Su aroma sigue ahí en tu cama. Decides cerrar de nuevo los ojos, dejar de pensar en su cuerpo y recordar que pronto será esta "otra vez".

No hay comentarios:

Publicar un comentario